¿Cómo prepara el Cuarto Evangelio
a la comunidad cristiana para enfrentar el futuro?
“Lo hace asignando a Jesús tres
representantes: el discípulo preferido, el Paráclito y Pedro. Presenta a estos tres
sucesores en la segunda parte, pero en secciones diferentes.
En los discursos de despedida,
Jesús promete el Paráclito como sucesor. Cuando él haya regresado al
Padre, enviará a «otro Paráclito» (14, 16), un representante suyo, que es el
«primer Paráclito». Ese otro Paráclito seguirá desempeñando el rol de Jesús en
el mundo. Continuará el litigio con el mundo y guiará a los discípulos a «toda
verdad». Tiene una misión hacia dentro y otra hacia fuera.
En la parte de la pasión, el discípulo
preferido aparece como representante de Jesús. Es el único discípulo que
persevera junto a Jesús hasta el final. Jesús lo hace de nuevo su representante
desde la cruz misma cuando dice a María: «Mujer, ahí tienes a tu hijo», y al
discípulo preferido: «Ahí tienes a tu madre» (19, 26s). Este discípulo pasa a ocupar
desde ahora el lugar de Jesús.
En la parte de pascua,
finalmente, Pedro es constituido sucesor de Jesús como buen pastor. A
pesar de la negación y la deslealtad, le confía la tarea de apacentar las
ovejas (21, 15-17). Pedro asume el rol del buen pastor que da la vida por sus
ovejas. Jesús predice su martirio.
Ahora bien, es decisivo
determinar las funciones de estos representantes de Jesús para el mantenimiento
del mundo semiótico de Jn.
El discípulo preferido tiene
en el evangelio de Juan la misión de ser testigo especial de Jesús por haberlo
comprendido mejor que los otros discípulos. Está junto a su corazón (13, 23),
como Jesús está junto al corazón del Padre (1, 18). Y así como Jesús es el
verdadero intérprete del Padre (1, 18), el discípulo preferido es su
intérprete. Su función más importante para el futuro es la composición del evangelio
de Juan. Con la atribución del evangelio al discípulo, que es superior a los
otros en la comprensión, el evangelio de Juan se asegura el rango supremo entre
todos los intentos análogos de recoger en un libro los dichos y hechos de
Jesús. Es indudable que el evangelio de Juan conoce tales intentos. Los
relativiza al afirmar que ningún libro podría abarcar toda la tradición en
torno a Jesús. Por eso hay todavía margen, junto a los evangelios ya existentes,
para el evangelio de Juan, y se siente la necesidad de una interpretación
auténtica de la figura de Jesús. Cabría
afirmar
que esta función la ejerce también el Paráclito. Pero el discípulo preferido
tiene un proprium diferenciador: escribe. Compone un libro, mientras que
el Paráclito habla. Con su libro, el discípulo preferido da estabilidad al
mundo semiótico joánico para estar presente también en el futuro.
El Paráclito prolonga la
actividad de Jesús, lo mismo que el discípulo preferido. Pero no repite al pie de la letra
lo que Jesús dijo. No lo fija en el papiro. El Paráclito trae una revelación
nueva, viva -también más allá de lo que Jesús dijo en el pasado-. Pero la
novedad está en continuidad con la tradición, porque su misión es, ante todo,
recordar y enseñar todos los dichos de Jesús. Pero va más allá, como Jesús
mismo lo señala en los discursos de despedida: Mucho me queda por deciros, pero no podéis con tanto
ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os irá guiando en la verdad
completa, porque no hablará en su nombre, sino comunicará lo que le digan y os
anunciará lo que ha de venir (16, 12s). Se hace referencia aquí a un
lenguaje inspirado. El Paráclito trasmite lo que él mismo ha oído. Revelará
futuro. Se presupone aquí el profetismo cristiano primitivo. Viene a
complementar, como discurso vivo, la revelación fijada por escrito. Ese
profetismo cuida, aparte la estabilidad de la tradición, su flexibilidad; es
decir, vela por su interpretación y adaptación, siempre nuevas, a situaciones
futuras.
Pedro es el último de
los tres sucesores. Aparece claramente rebajado en comparación con los otros
dos. El discípulo preferido representa la comprensión auténtica de Jesús. Pedro
acompaña a su Señor con muchos malentendidos; pero también él tiene una función
insustituible, que es insinuada en la pesca milagrosa de Pedro (Jn 21), y se le
comunica directamente en su constitución como buen pastor. Pedro debe guardar y
mantener la comunión narrativa del mundo semiótico joánico. Es el pastor que
reúne a la iglesia cristiana. Sin esta base social tampoco puede existir
el sublime mundo semiótico joánico, reinterpretación del mundo semiótico
cristiano-primitivo general.”
Gerd Theissen, La religión de los primeros cristianos. Una teoría del cristianismo primitivo,
Salamanca, 2002; pp. 243-245