Poco antes de partir, Francisco nos regaló la Carta Encíclica "Dilexit Nos" sobre el amor humano y divino del corazón de Jesús. Allí aparece el verbo "dilexit" que se vincula con el sustantivo "dilectio", como veremos.
Pocos días después fue electo como nuevo sucesor de Pedro un agustino... y en San Agustín es fundamental el concepto de "dilección", como veremos también...
1. La altura y amplitud de la “agápe”
La palabra “caridad” se ha vaciado de la
riqueza original que tenía la palabra “agápe” en el griego del Nuevo
Testamento, para terminar significando la atención material a una persona
necesitada.
Y, si
bien esto es parte del asunto, es una reducción inmensa de aquella riqueza
original. Se podría decir que esa asistencia material es el sexto momento de
una realidad que empieza mucho más alto y tiene una riqueza infinita. Porque “caridad
(agápe)”:
1. Designa el Ser de Dios, porque “Dios es
Amor (Agápe)” (1Jn 4,8.16); “el Ser
mismo de Dios es amor” (CCE 221).
2. Es el amor mutuo de las Tres Personas
Divinas desde antes de la creación del mundo, porque Dios “mismo es una eterna
comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo” (CCE 221).
3. Es el amor de la Trinidad al hombre.
4. Es la respuesta de amor del ser humano a
la Trinidad.
5. Al reconocer a Dios como mi Abbá (Papá) entonces descubro que “todo
hombre es mi hermano” (Pablo VI) y comienzo a vivir en una actitud fraterna
permanente y universal.
6. Y si algún hermano está pasando necesidad,
entonces lo asisto.
7. Sabiendo, también, que la caridad es el vínculo escatológico, porque “el amor no pasará jamás” (1Co 13,8).
Es decir, que tampoco se trata de “la asistencia material a una persona necesitada” como decía al principio, sino del amor fraterno que se hace don también en los bienes materiales, reconociendo la comunión que tengo con un hermano que es tan importante como yo.[1]
2. Dilección
En algunos párrafos también he usado la
palabra “dilección” para traducir “agápe”.
Por una razón pedagógica suelo usarla cuando enumero las tres virtudes
teologales: “fe, esperanza y dilección”, pues de esta manera ubico en un
contexto conocido a una palabra inesperada. Las razones para proponer esta
palabra son las siguientes:
‒ desde el punto de vista del uso en la
lengua castellana, estoy haciendo algo parecido a lo que hicieron los primeros
cristianos con “agápe”: tomo una
palabra de nuestro acervo lingüístico que está en desuso y la empujo de nuevo
al ruedo del lenguaje actual, para cargarla de la originalidad del amor
cristiano que es distinto de otras formas de amor.
‒ desde el punto de vista histórico,
recupero una palabra que usaron los primeros escritores latinos. Cuando San
Agustín leía la Primera Carta de Juan
en la Vetus Latina (la Biblia latina
anterior a la Vulgata) leía “Deus dilectio est” y no “Deus caritas est”…
que es la traducción que eligió San Jerónimo.
‒ desde el punto de vista etimológico es una palabra que indica una forma de amor eminentemente espiritual, que implica el ejercicio de la inteligencia y de la voluntad (y no sólo, ni primariamente, del sentimiento). Porque “dilección” implica una “elección”. Y el prefijo “di” (que significa “separación”) es el mismo que tiene la palabra “discernimiento”. Con lo cual se puede decir que la dilección es un amor que implica discernimiento y elección.
Justamente, una frase conocida de San
Agustín –de difícil traducción– usa esta palabra. La frase suele ser traducida
como “Ama y haz lo que quieras”… y en castellano puede significar tantas cosas,
que prudentemente he visto que el P. Bernardo Olivera le agrega: “pero no creas
que es tan fácil «amar»”. Y Bernardo tiene razón: el latín de Agustín dice
“Dilige, et quod vis fac”, usando el
verbo correspondiente al sustantivo “dilectio”.
Nosotros no tenemos un verbo así en
castellano; sí tenemos el sustantivo “dilección” y el adjetivo “dilecto”. Pero
no es difícil proponer el verbo correspondiente, dado que nuestro sustantivo
“elección” tiene su verbo “elegir”. Por lo cual, el verbo sería “dilegir” y se
conjugaría como “elegir”. Por ejemplo, la frase de San Agustín sería: “Dilige y
haz lo que quieras”.
(Texto tomado de mi libro: Don y comunión. Una síntesis cristocéntrico-trinitaria de teología y espiritualidad, Temperley, 2023; pp. 112-113).
[1] En su primera encíclica titulada
Dios es Amor, Benedicto XVI destacaba
esta dimensión espiritual de fraternidad, que es tanto y más necesaria que la
dimensión material para reconfortar a un hermano necesitado (Cf. su n° 28,
inciso b).