El covid19 no es un virus muy mortífero. Sí es un virus con
una velocidad de contagio mucho más rápida que cualquiera que hayamos conocido
hasta ahora.
En resumidas
cuentas, no produce más muertes que otros virus conocidos (algunos de ellos más
mortales que el covid19), salvo que se sature el sistema de salud y ‒de este
modo‒ no puedan ser atendidas algunas (o muchas) personas que, si el virus se
contagiara más lentamente, sí podrían ser atendidas, pues los pacientes
anteriores ya se habrían retirado de los hospitales.
Ahora bien, el
hecho de los países tengan reservas de petróleo, reservas de oro, reservas de
divisas, y no tengan reservas de camas, respiradores o barbijos, ya indica una
opción de los gobiernos.
Sobre todo, que
muchos países tengan grandes reservas de misiles, bombas (incluso nucleares) y
drones ‒todos estos aparatos muchísimos más caros que un respirador‒ nos revela
que nuestra sociedad global no está pensada para el bien común, si no que sigue
siendo una sórdida lucha de poder salvaje, barnizada de civilización.
El presupuesto para
salud es mínimo, comparado con los presupuestos de defensa (léase: armas). El
presupuesto que se dedica para investigaciones médicas es mínimo, comparado con
los gastos cotidianos en tropas, aviones, satélites y demás sistemas de
vigilancia.
Todos están
preocupados porque aún no tenemos una vacuna segura. Pero nadie cambia sus presupuestos, para resolver el verdadero
problema: que haya más camas, respiradores y personal capacitado para atender a
todos los enfermos que aparecieran.
“La friolera de 70 mil
millones de dólares costará, según la Fuerza Aérea norteamericana, la
construcción de 1.000 misiles de una cabeza nuclear, tipo tierra-aire, en los
próximos 10 años. A tales armas, que irán emplazadas en pesados camiones, se
deben sumar otros 90 mil millones de
dólares, que es el precio de sólo dos de los misiles intercontinentales MX,
según idéntica fuente”.[1]
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