Uno de
los frutos más ricos que me dejó el haber compuesto la tesis de doctorado, es
haber visto una síntesis de la fe y de la vida cristianas que se resume en dos
claves: Don de sí mismo y Comunión.
En primer lugar, estas claves se me
revelaron en el misterio de la Trinidad... pero hoy propongo cómo se puede
contemplar esta doble clave en el misterio de la Pascua.
El Jueves Santo tanto el lavatorio de los
pies como la Cena del Señor se pueden leer en esta doble clave. Al lavar los
pies de sus discípulos, Jesús se sigue haciendo “don de sí mismo” a los demás, “tomando
la condición de servidor” (Flp 2,7). Y lo que Él quiere es que su gesto fomente la
comunión entre sus discípulos: “Ustedes
me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Y si yo, siendo el
Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los
pies unos a otros” (Jn 13,13s). Y en la Eucaristía, el Hijo se sigue haciendo “don
de sí” haciéndose Pan y Vino, para alimentar y alegrar a su Pueblo... y la
comunión es el momento culminante de la celebración, cuando nos hacemos uno con
Jesús al comulgar.
Y también el Viernes Santo y el Domingo de Pascua se pueden leer en esta doble clave. En la Cruz, el Hijo se da totalmente “amándonos hasta el extremo” (Jn 13,1): entregó sus vestiduras (Jn 19,23); entregó a su Madre (Jn 19,25-27); entregó el Espíritu (Jn 19,30)... y, ya muerto, sigue dando: “uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua” (Jn 19,34), que simbolizan el nacimiento de la Iglesia en sus dos sacramentos principales: bautismo y eucaristía. Y por esto se dice que “«del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia». Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la Cruz.” (CCE 766).
Y también el Viernes Santo y el Domingo de Pascua se pueden leer en esta doble clave. En la Cruz, el Hijo se da totalmente “amándonos hasta el extremo” (Jn 13,1): entregó sus vestiduras (Jn 19,23); entregó a su Madre (Jn 19,25-27); entregó el Espíritu (Jn 19,30)... y, ya muerto, sigue dando: “uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua” (Jn 19,34), que simbolizan el nacimiento de la Iglesia en sus dos sacramentos principales: bautismo y eucaristía. Y por esto se dice que “«del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia». Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la Cruz.” (CCE 766).
Y en
la Pascua, cuando el Hijo Resucitado dice por tres veces: “La Paz (Shalom)
esté con ustedes” y sopla el Espíritu sobre la Iglesia (cf. Jn 20,19-26), indica
que está restablecida la comunión universal: “El que vive en Cristo es una nueva criatura:
lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente. Y todo esto
procede de Dios, que nos reconcilió con él por intermedio de Cristo...” (2ª Cor
5,17s).
¡Feliz Pascua!
¡Feliz Pascua!
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