Cuando Jesús
deja de estar físicamente entre nosotros, nos envía al Espíritu Santo. En la
Última Cena, Jesús nos expone las actividades que desarrollará el Espíritu
Santo después que Él –el Hijo– vuelva junto al Padre:
1. Estará presente: “...Yo rogaré al Padre, y él les dará otro
Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a
quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en
cambio, lo conocen, porque él permanece
con ustedes y estará en ustedes.” (Jn 14, 16-17).
2 y 3. Enseñará y recordará: “...el Paráclito, el Espíritu
Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará
lo que les he dicho.” (Jn 14,26).
4. Dará testimonio: “Cuando venga el Paráclito que yo les
enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.” (Jn
15,26).
5. Presentará pruebas: “...Les digo la verdad: les conviene que
yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me
voy, se lo enviaré. Y cuando él
venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y
cuál es el juicio...” (Jn 16, 7-8).
6 y 7. Nos conducirá a la Verdad y glorificará al Hijo: “Todavía
tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando
venga el Espíritu de la Verdad, él
los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que
dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. Él me glorificará,
porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre
es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes».”
(Jn 16, 12-15).
Estas siete actividades que realizará el Paráclito
continúan las actividades que el Hijo realizaba mientras estaba físicamente con
nosotros: Jesús estaba con nosotros y nos acompañaba (ver Jn 1,14), nos
enseñaba (ver 7,14), daba testimonio (ver 18,37), probaba su origen divino con “los signos que realizaba” (ver 2,23),
nos conducía (ver 10, 2-4.16) y glorificaba al Padre (ver 17,4). Ahora que el Hijo
vuelve al Padre, el Espíritu Santo Paráclito continúa la acción del Hijo en la
historia. Y, si el Paráclito hace todo lo que el Hijo hacía –incluso
enseñar y dar testimonio–, es Persona Divina tanto como el Hijo.[1]
Por otra parte, el mismo título de Paráclito es indicativo de la
identidad de la Tercera Persona Divina. Pues Paráclito significa literalmente
“el que es llamado para estar al lado (de uno)”. Y tiene fundamentalmente dos
sentidos: el de “abogado defensor” que es “llamado para estar al lado” de uno,
cuando se necesita asistencia legal; y,
sobre todo, el de “amigo”, que es
aquel a quien “llamamos a nuestro lado” cuando necesitamos ayuda, consejo o
consuelo.[2]
De este modo, la Tercera Persona Divina se manifiesta como Dios Amigo.[3]
Y así contemplamos que la Trinidad nos ama con tres formas de
amor: Dios Padre, con amor paterno; Dios Hijo, nuestro Hermano, con amor
fraterno; y Dios Espíritu Santo, con amor de amistad. El Espíritu Santo es Dios
Amigo, que nos acompaña en el camino de la vida, nos aconseja con su Sabiduría
Divina y nos fortalece en las dificultades.
[2] El prestigioso Louw-Nida
Lexicon nos dice respecto de “Paráclito” que significa: “alguien que puede
ser llamado para prestar asistencia o auxilio” y “que ayuda, consuela, alienta, intercede, asiste”
(LNL 12:19).
[3] Además, el sustantivo griego “Paraklétos”
“no es neutro” lo cual “hace posible” aplicarle “una serie de pronombres personales”. (Brown, Raymond, Las
Iglesias que los Apóstoles nos dejaron, Bilbao, 19862; p. 105).
Un dato más –esta vez, desde la concreta gramática– que vuelve a indicar que el
Espíritu es Persona.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario