Cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó
aparte a los doce discípulos, y
por el camino les dijo: "Ahora subimos a Jerusalén, y el Hijo del
Hombre será entregado a los principales sacerdotes y escribas, y Lo condenarán
a muerte; y Lo entregarán a los Gentiles para burlarse de Él, Lo azotarán y crucificarán,
pero al tercer día resucitará."
Entonces se acercó a Jesús la
madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y postrándose ante El, Le pidió algo. Jesús le
preguntó: "¿Qué deseas?" Ella Le dijo: "Ordena que en Tu reino
estos dos hijos míos se sienten uno a Tu derecha y el otro a Tu
izquierda."
Pero Jesús dijo: "No saben lo que piden.
¿Pueden beber la copa que Yo voy a beber?" Ellos respondieron:
"Podemos." Él les dijo: "Mi copa ciertamente beberán, pero
el sentarse a Mi derecha y a Mi
izquierda no es Mío el concederlo, sino que es para quienes ha sido preparado
por Mi Padre."
Al oír esto, los otros
diez se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús, llamándolos junto a Él,
dijo: "Ustedes saben que los gobernantes de los Gentiles se enseñorean de
ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos.
"No ha de ser así entre ustedes, sino que
el que entre ustedes quiera llegar a ser grande, será su servidor, y el
que entre ustedes quiera ser el primero, será su siervo;
así como el Hijo del Hombre no vino para ser
servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos." (Mt 20, 17-28)
Desde hace unos veinte
años, a partir de lo comprendido en una experiencia de iluminación, describo
sintéticamente el contenido de “la felicidad” como Vida, Sabiduría y Amor. En
este mismo blog hay reflexiones sobre esto.[1]
Por otra parte,
desde hace un tiempo estoy estudiando el tema del poder, tanto en Dios como su
gestión en la Iglesia.
A su vez, G. Lafont
por un lado propone sustituir ‒en la vida de la Iglesia‒ el concepto de poder
por el de autoridad;[2]
y, por otro lado, muestra que el nuevo nombre de Dios que aparece con el
misterio pascual es “Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos”.[3]
De todo esto, yo
decanto que la trilogía usual de los atributos divinos, a saber: conocimiento,
amor y poder conviene que sea sustituida por la trilogía que presenté al
principio: Vida, Sabiduría y Amor… con lo cual, el gran cambio es el de “poder”
por “Vida”.
Jesús, en su vida
cotidiana, no aparece como un hombre poderoso; incluso él habla de “los
poderosos” como de otros que tienen como actitud la opresión y no el servicio
(como en el texto de Mateo 20 que pongo aquí, al inicio)… como tal vez aprendió de su Madre quien dijo que “Dios
derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes”.
Y Jesús no nos
presenta a su Abbá como un Dios
Todopoderoso, sino como un Papá bondadoso. Aspecto que se consuma en la Pascua,
como muestra Lafont, cuando el poder de
Dios es la fuerza de la Vida con que resucita a Jesús de entre los muertos:
Dios no hizo un ejercicio de la fuerza sobre quienes mataban a su Hijo, sino
que ejerce la fuerza de la Vida, de la Sabiduría y del Amor.
Por su parte, el
concepto de “Vida” incluye el de “poder” pero lo corrige y enriquece: no es el
poder opresor, sino la fuerza vital que permite –no sólo vivir‒ sino crecer,
curar, alimentar, resucitar, trascender… en el fondo, es tender a una
actualidad pura, semejante a Dios que es “Acto Puro” sin elemento alguno de
potencialidad, oscuridad o maldad.[4]
[1]
Creo que la primera evidencia escrita de esto está en: J. Fazzari, Meditaciones
sobre la Trinidad, Buenos Aires, 2005, pp. 84-87.
[2]
Cf. G. Lafont OSB, “La
transformation structurelle de l´Eglise. Un devoir et una chance”, en Id.,
L´Eglise en travail de réforme.
Imaginer l´Eglise catholique II,
Paris, Cerf, 2011; pp. 199-201.
[4]
Santo Tomas de Aquino, Suma Teológica, I, 3… quien también
posterga el tema del poder de Dios hasta ¡la penúltima cuestión de Dios Uno!
(I, 25), antes de cerrar la sección con el tema de la felicidad de Dios (26).
Antes trató de la Bondad de Dios (5-6), de la Vida de Dios (18), de su Amor
(20), de su justicia y misericordia (¡juntas!: 21), de su providencia (22),
etc.
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