El año calendario comienza conmemorando a María como Madre de Dios.
Y, si bien los católicos solemos llamar a María sobre todo con el título de Virgen, la fe nos enseña que el aspecto central del misterio de María es su maternidad. De hecho, su virginidad es signo de que ella ha sido la madre -no de cualquier niño- sino del Hijo de Dios.
Ampliando a los demás elementos de la mariología; María es "sin pecado concebida" porque va a ser la Madre de Dios; permanece virgen para significar más claramente que es la Madre de Dios; y está totalmente junto a su Hijo en el hoy de la gloria, porque ha sido Madre en cuerpo y alma, toda su vida.
Y recordemos que al pie de la Cruz, Jesús nos da a María por madre a todos sus hermanos, en la persona del discípulo amado (Jn 19, 25-27).
Dado que esto es lo que nos enseña nuestra fe, deberíamos recalcar también en nuestra piedad personal y eclesial el aspecto de María Madre... esto realzaría también el misterio de la familia, y de la vocación de los laicos.
Al fin y al cabo, la persona que está más cerca de la Trinidad es mujer, laica y madre de familia: María de Nazareth.
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