En marzo del año pasado la Comisión
Teológica Internacional (CTI) presentó su documento sobre “La sinodalidad en la
vida y en la misión de la Iglesia”, aprobado por Francisco .
Y, de hecho, el
documento comienza citando al propio Francisco, pues su primer párrafo dice
así :
“«El camino de la sinodalidad es
el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio»: este es el
compromiso programático propuesto por el Papa Francisco en la
conmemoración del quincuagésimo aniversario de la institución del Sínodo de los
Obispos por parte del Beato Pablo VI. En efecto, la sinodalidad – ha subrayado
– «es dimensión constitutiva de la Iglesia», de modo que «lo que el Señor nos
pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra “Sínodo”»”(al final de esta nota está el enlace al documento completo).
Esta
propuesta de Francisco, fundamentada teológica y pastoralmente por la CTI, es un punto de inflexión en la historia de la
Iglesia. Y por eso quiero poner el contexto del documento en este amplio marco de
la historia de la Iglesia. Para eso me serviré de algunas reflexiones del
teólogo y monje benedictino Ghislain Lafont en su libro sobre la historia de la
teología.[1] Veamos…
En los dos primeros siglos del cristianismo
‒primer período que tiene un valor modélico‒ vemos