Seguimos comentando el documento que en marzo del año
pasado presentó la Comisión Teológica Internacional (CTI) sobre “La sinodalidad
en la vida y en la misión de la Iglesia”, documento aprobado por Francisco.
Comenzando a
desarrollar el tema, el documento sobre la sinodalidad de la Comisión Teológica
Internacional nos dice: “«Sínodo» es una palabra antigua
muy venerada por la Tradición de la Iglesia, cuyo significado se asocia con los
contenidos más profundos de la Revelación. Compuesta por la preposición syn, y el sustantivo odós, indica el camino que recorren
juntos los miembros del Pueblo de Dios” (CTI, Sinodalidad, n° 3).
La preposición syn la conocemos pues está en muchas
palabras de nuestro idioma: síntesis, símbolo, sinfonía, sintonía, simetría,
simpatía… y siempre implica unión. El sustantivo odós es menos común en palabras castellanas, y significa “camino”.
Con lo cual vemos que la palabra “sínodo” tiene la capacidad de integrar en un
solo vocablo los dos aspectos fundamentales de la Iglesia: comunión y misión.
Implica unión hacia adentro de la comunidad, y “una Iglesia en salida” hacia
los caminos del mundo.
Y recordemos que
comunión y misión también son dinamismos que nos ayudan a acercarnos al
misterio de la misma Trinidad divina: la Trinidad que es Comunión Eterna en sí
misma, se vuelve misionera con el envío del Hijo primero, y del Espíritu
Paráclito después. Y por eso siempre tenemos que recordar que la realidad de la
misión es ‒en primer lugar‒ una gracia y una acción de origen divino, en la
cual modestamente nos integramos aquellos que somos llamados, para colaborar en
la incorporación a esta comunión de aquellos que son llamados después de
nosotros.
Incluso, más
concretamente aún, “sínodo” indica que somos Pueblo peregrino que mientras
camina se mantiene unido, y va invitando a integrarse en su comunión a aquellos
con quienes se encuentra en