domingo, 7 de junio de 2020

El Hijo: “sello de la hipóstasis del Padre” (Hb 1,3)



   La homilía que es la llamada “Carta a los Hebreos” comienza con un himno, de modo semejante a como lo hace el Evangelio según san Juan, y con una temática parecida.
   Incluso, Ricardo Ferrara pone el contenido del himno de Hebreos por encima del himno de Juan al decir (después de hablar de la teología joánica): “Pero cupo al autor de Heb 1, 1-14 el mérito de sintetizar todas las perspectivas, tanto la cristología ascendente como la descendente, tanto la teología de la sabiduría como la de la palabra. En forma de quiasmo se elevó de las funciones soteriológica (c) y cósmica (b) del Hijo a sus orígenes eternos y a su relación ontológica con el Padre (a) para regresar a aquellas funciones, integrándolas de un modo superior:


                        (c) en los últimos tiempos Dios nos  habló por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo
                        (b) por quien también hizo los mundos
                        (a) el cual, siendo resplandor de su gloria y sello de su sustancia,
                        (b)  y sosteniendo todo con su palabra poderosa,
                        (c) habiéndonos purificado de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas…
                        ¿a qué ángel dijo alguna vez: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy (Sal 2,7)? (Heb 1, 2-3.5)

   El círculo englobante (c-c) pertenece a la cristología ascendente del Mesías e Hijo de Dios (“a quien constituyó heredero de todo”… “sentado a la diestra de la Majestad en las alturas”). El círculo interior (b-b) pertenece a la cristología descendente de la Sabiduría y de la Palabra en su función cósmica… Finalmente ocupando el centro (a) su eterna procesión y su relación con Dios…”.[1]

   Además de este magnífico marco, Ferrara, también nos recuerda que el autor de este himno se inspira en el himno de Sab 7, reteniendo la idea de “resplandor” (Sab 7,25) y en lugar de “imagen” (separada del original) que trae Sab 7,26, el autor de Heb prefiere “sello” (jarákter) por ser inseparable del modelo. [2]

   Después de este marco y de estas precisiones, propongo profundizar en el símbolo del “sello” y en el concepto de “hipóstasis”.
   En primer lugar, el símbolo del sello. Y lo primero que tenemos que recordar es que, cuando en estos textos antiguos se habla de sello, no son nuestros sellos de tinta actuales, sino los sellos en lacre, como la imagen que acompaña esta nota. En cuanto a lo que incluye el símbolo del sello tenemos que:
   - entre el sello (activo) y el sellado (pasivo) hay una relación de origen: lo sellado se origina en el sello que lo sella.
   - además hay una semejanza de configuración, pero en clave de oposición: lo que está sobrerrelieve en el sello, queda bajorrelieve en el sellado. Y de este modo, se configura también una complementariedad donde las dos imágenes se integran perfectamente.
   Relación de origen, relación de oposición y complementariedad perfecta nos hablan muy apropiadamente del vínculo entre el Padre y el Hijo en la Trinidad.

   Por otro lado, el concepto de hipóstasis ha tenido una larga historia de interpretación. La razón ha sido la diferencia entre la etimología o estructura de la palabra y su uso semántico. Así, por un lado, la palabra griega está compuesta de un prefijo (hipo) y de una raíz (stasis) que son el calco de la palabra latina “sustancia”, con su prefijo (sub) y su raíz (stantia)… y esto es “lo Uno” de la Trinidad. Pero en el uso teológico que se fue estabilizando en Oriente, terminó significando las personas, que es “lo Trino”.[3]
   El texto griego de Hb 1,3 dice “hipóstasis”, pero las traducciones proponen normalmente traducirlo por “sustancia” (o naturaleza, o esencia), salvo la traducción al inglés de la KJV que dice “the express image of his person” y al francés de Louis Segond, que propone traducir “l'empreinte de sa personne”.[4]
   Para nuestro caso, es probable que debamos entender, como hace la mayoría, a la palabra “hipóstasis” como “sustancia”. Pero, esto no afecta una posibilidad de interpretación relacional, sobre todo por el símbolo del sello: El Padre comunica su sustancia divina, pero en esa comunicación se genera una persona complementaria que es como el “sello de su sustancia”.
   Como dice Elmar Salmann: “el Padre no produce una mala copia de sí mismo... sino una perspectiva totalmente congenial y diversa... el Hijo es la misma conciencia divina, pero en otra constelación: «la misma esencia, pero en el Padre según la relación del donante activo y en el Hijo según la relación de receptor»Perfecta sintonía y correspondencia, completa disparidad...”,[5] como la que hay entre el sello y el sellado.



[1] Ricardo Ferrara, El Misterio de Dios. Correspondencias y paradojas, Salamanca, 2005; pp. 368-369.
[2] Cf. Myles M. Bourke, “Carta a los Hebreos” en Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo, xx p. 496.
[3] Cf. Ferrara, Misterio de Dios, 507.
[4] Revisé las traducciones al español NBJ, NBLA y RVG; al latín de la Vulgata y de la Nova Vulgata; al inglés de ASV, ESV, ISV y BBE; al italiano de la INR; y al alemán del GNeÜ.
[5] Elmar Salmann, “La natura scordata: Un futile elogio dell´ablativo”, en P. Coda - L. Zak (eds.), Abitando la Trinitá. Per un rinovamento dell´ ontologia, Roma, 1998; p 36s. Las citas son de Suma Teológica I, 41, 5; 42, 4; y 41, 6.

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