Cuando exponemos la teología de los sacramentos decimos que
hay dos "sacramentos de misión", que ‒cada uno a su modo‒ “construyen comunidad
eclesial”: el Orden Sagrado y el Matrimonio. Uno construye la comunidad de los
fieles a distintos niveles (parroquia, diócesis, etc.) y el otro construye la “Iglesia
doméstica” que es la familia… de donde surgen todas las vocaciones
eclesiales (también los Papas han surgido de una familia).
Creo que como Iglesia no le damos a la preparación al Matrimonio
la misma importancia que la preparación al sacramento paralelo, que es el
sacramento del Orden que reciben los presbíteros. Para llegar a ser cura, un
seminarista tiene ‒como mínimo‒ 7 u 8 años de preparación full-time. ¿Cuánto tiempo y esfuerzo dedicamos como Iglesia para
ayudar a los jóvenes y a las parejas de novios para que hagan su mejor
elección? Esta omisión, ¿no nos hace corresponsables como Iglesia del fracaso
de muchos matrimonios cristianos?
Así como hace siglos que existe la institución del Seminario
¿no debería existir una institución semejante y complementaria ‒con la misma
consistencia y funcionando todos los días‒ para la formación al Matrimonio?
Quizás esta diferencia que vemos en la actualidad sea otra
forma de clericalismo…
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