sábado, 20 de enero de 2024

También Heinz Schürmann propone la koinonía como esencia de la Iglesia y como respuesta cristiana a la época

     Heinz Schürmann (1913-1999), es un teólogo conocido por haber difundido el concepto de “proexistencia” para definir el estilo de vida de Jesús que, a su vez, se deriva de la vida íntima de la Trinidad, que es la mutua entrega de las Tres Personas Divinas. La "proexistencia" es -en pocas palabras- el vivir hacia los otros, en el don de sí mismo.

   Con este marco general, no debe extrañarnos que también Schürmann le adjudique una importancia máxima a la koinonía eclesial, que tiene su condición de posibilidad en la “actitud proexistente” que el Espíritu de Jesús difunde en sus discípulos.

   A este respecto, es de especial importancia el último capítulo de su libro de 1982, que propone una mirada panorámica.[1] En este capítulo, primero analiza cómo la cristología de los primeros siglos se relacionó con las culturas de esas épocas y dio un mensaje salvífico en cada momento; y, sobre esta base, mira hacia el futuro y propone qué imagen de Jesús convendría presentar en nuestra época, y cuál sería su mensaje salvífico.

   Relevando cristologías contemporáneas, el autor delinea dos: el “Cristo evolutivo” (Teilhard de Chardin) y el “Cristo proexistente” que se encuentra en “amplios círculos… tanto en «jesuanos» comprometidos como en un introvertido Jesus-people. Se encuentra en la teología sistemática. Por el lado evangélico (protestante), la encontramos en K. Barth, D. Bonhoeffer, W. Pannenberg. Entre los católicos podemos mencionar a H. Urs v. Balthasar, J. Ratzinger y K. Rahner”.[2]

   Y Schürmann muestra que las insuficiencias que tiene la primera propuesta del “Cristo evolutivo” se subsanan si se la incluye en el marco mayor del “Cristo proexistente”, como vemos al final del texto que cito enseguida. En el texto relaciona este perfil de Jesús con una eclesiología de comunión (koinonía), que deriva en un compromiso social. Nos dice entonces Heinz Schürmann:

   Una mirada al Jesús proexistente, al Jesús del compromiso, puede enseñarnos los contornos de la fuerza social –y dónde hay que buscarla‒ que pueda representar un espacio social de comunión en amor verdaderamente libre de egoísmo en la sociedad humana con sus antinomias. Se hace inmediatamente patente que la desprendida preexistencia de Jesús, su compromiso que trasciende de sí mismo en el que palpita el compromiso de Dios, podría ser la fuerza por la que clama el mundo.

    “Evidentemente, el ejemplo moral del Jesús que vive de manera proexistente no sería suficiente para configurar la unidad de la humanidad como meta de todos los planes de evolución de Dios. La fuerza del Cristo proexistente, el poder de su compromiso, tendría que apoderarse de los corazones de los hombres y remodelarlos para que refundiera las instituciones comunitarias en un «socialismo» que no se quedara en el plano de lo humanitario, sino que trascendiera, además, al nivel de lo «pneumático».[3]

   “Pero, en este punto ‒ya lo hemos mencionado anteriormente‒ tenemos que ser realistas. El egoísmo está tan profundamente arraigado en el corazón de las personas y marca de tal manera su conducta e instituciones que amor desprendido equivale, prácticamente, a muerte. La proexistencia verdadera, el compromiso que traspasa las fronteras del yo, es sólo posible a través de la muerte. Por eso, el compromiso de Jesús tuvo que abrirse paso a través de su muerte proexistente. Pero ésta hace posible el nacimiento de un orden de sociedad que deriva del Pneuma, de la fuerza del Resucitado. Este ámbito social es el pueblo escatológico de Dios, en el Espíritu Santo, la iglesia. Esta tiene que ser una «hermandad» en el amor y en el Espíritu de Cristo (cf. 1 Pe 2,17). Pero, como hermandad, la iglesia es, al mismo tiempo, «sacramento en Cristo, es decir, signo e instrumento para la más íntima unión con Dios y para la unidad de toda la humanidad» (Lumen gentium, 1; confróntese Gaudium et spes, 42, 3). «Las energías que la iglesia puede comunicar a la actual sociedad humana radican en esa fe y en esa caridad aplicada a la vida práctica... » (Gaudium et spes, 42, 3). Por supuesto: el carácter fraterno de la vida eclesial debería convertirse en nueva meta perseguida con renovado ímpetu si la iglesia quiere aparecer como signo para el mundo que apunta hacia la unidad y la hermandad.

   “Pero tenemos que ser realistas en un sentido más profundo aún. Por ello, tenemos que afirmar que no hay nada más realista que las «utopías reales» que anticipan el futuro y se convierten en algo socialmente relevante. Así, para nosotros, los cristianos, es una utopía real la humanidad unida pneumáticamente en Cristo. Sabemos, por supuesto, que ésta se construye definitivamente más allá de la línea de la muerte como «comunión de los santos» cuando este morir es sustentado por las fuerzas del autotrascendente compromiso de Jesús, es decir, por su gracia. De esta manera, crece, más allá de la línea de la muerte, un espacio de Cristo: la humanidad unida en el amor purificador y benefactor de Dios. Esa humanidad constituye la meta final de todos los planes de la evolución de Dios, el nuevo mundo de Dios, el mundo de la vida eterna más allá del ocaso y de la muerte. De esta manera, el «Cristo proexistente» se identifica con el Cristo «social» v «cósmico» porque el primero es el alma de éste. El «Cristo proexistente» es principio; el «Cristo social y cósmico» el punto de convergencia de la evolución”.[4]

   En síntesis, vemos que los cuatro párrafos de Schürmann citados aquí siguen un "crescendo": el primer párrafo  se centra en el modelo que Jesús es para nosotros; pero no basta con su ejemplo: necesitamos ser transformados por su Espíritu para poder vivir de manera proexistente (párrafo 2). Esto tendrá como consecuencia un cambio social parcial, pues el egoísmo está muy arraigado en la humanidad: será la comunidad de Jesús el "lugar" en que la fraternidad podrá realizarse de manera más plena (párrafo tercero). Pero ni aún allí la koinonía será perfecta: para esto deberemos esperar la realización plena en la escatología (párrafo cuarto).



[1] H. Schürmann, ¿Cómo entendió y vivió Jesús su muerte? Reflexiones exegéticas y panorámica, Salamanca, 1982; (2da. edición alemana de 1976). El último capítulo del libro se titula: “Panorámica: El Cristo proexistente ¿centro de la fe del mañana? Una meditación teológica”; pp. 129-163.

[2] Ibid., p. 148. Allí el autor reenvía, en varias notas al pie, a las obras de los autores mencionados.

[3] Recordemos que “Pneuma” es la palabra griega que significa “Espíritu”: lo que Schürmann quiere decir es que sólo si somos transformados por el Espíritu Santo podremos vivir en koinonía.

[4] Ibid., p. 149s. La letra negrita en el texto de Schúrmann la destaco yo.

sábado, 6 de enero de 2024

Los regalos de los Magos a Jesús

   Los Padres de la Iglesia han atribuido a los regalos de los Magos a Jesús un simbolismo: oro, la realeza; incienso, la divinidad; y mirra, la Pasión.

   Pero esta última atribución ‒sostenida a partir de un cierto amargor de la mirra‒ no parece tan consistente a la luz de los textos bíblicos. Si buscamos cuándo aparece la mirra en el Antiguo Testamento podemos sorprendernos pues aparece una vez mencionada en varios libros (Ex, Est, Sal, Pro, Si),[1] pero hay un libro (breve) en el que aparece ocho veces: el Cantar de los Cantares. [2]

   Con lo cual, a la luz del Antiguo Testamento, habría que relacionar la mirra con el amor y las bodas.

   En los restantes textos del Antiguo Testamento, la mirra aparece ‒igual que en el Cantar‒ como un perfume exquisito y de gran precio. Y en la mayoría de ellos (Est, Sal y Pro) vinculado también con el encuentro amoroso. [3] En síntesis: de las 13 veces que aparece la mirra en el Antiguo Testamento, 11 veces está vinculada al amor, particularmente en el bellísimo poema nupcial del Cantar. [4]

   A la luz de estos textos, quizás sería más justo significar los dones de los Magos como: oro, la realeza; incienso, la divinidad; y mirra, el amor de Cristo Esposo y las nupcias escatológicas anunciadas por los profetas, profecías que el propio Jesús se aplica a sí mismo.[5]



[1] Ex 30,23; Est 2,12; Sal 45,8; Pro 7,17; Si 24,15 (Si = Sirácida, también conocido como Eclesiástico).

[2] Así según la traducción de la Biblia de Jerusalén, 3ra edición (1998) (= BJ3). En la Reina-Valera-Gómez (2000) (= RVG) aparece también dos veces en Génesis (37,25 y 43,11), pero allí BJ3 traduce “ládano”. El hebreo dice "mor" en los textos mencionados en la nota 1, pero en los dos textos de Génesis mencionados aquí dice "lot". Con lo cual la traducción de BJ3 parece la correcta.

[3] Aunque en el último caso, Pro 7,17 es un encuentro amoroso inmoral.

[4] El texto de Éxodo 30,23 es diferente y agrega un elemento también interesante: la mirra aparece como el como ingrediente principal para preparar el “óleo de la unción”: el ungüento más sagrado que hay en el Templo y que se usaba para consagrar al nuevo rey de Israel; quien así se convertía en el ungido o mesías. El texto del Eclesiástico 24,15 menciona a la mirra ‒entre otros perfumes‒ para alabar metafóricamente las características de la Sabiduría divina. Es parte del “Elogio de la Sabiduría” que subyace al “Himno al Lógos” de Jn 1. Dado que Eclo está escrito en griego, vemos que Jn 1,14 no sólo alude, sino que usa el mismo verbo “acampar (en griego: skenóo)“ que Eclo 24,9. Por su parte, los textos de Génesis que tiene la RVG están en la misma línea de presentar la mirra como un perfume exquisito y precioso.

[5] Mc 2,19, con paralelo en Mt 9,15 y Lc 5,35: texto, entonces, de “triple tradición” que según el “criterio de atestación múltiple” nos permite remontar la frase a la predicación pre-pascual de Jesús. Esto es especialmente importante pues los textos proféticos anunciaban a Dios como el Esposo de su Pueblo, nunca al Mesías: esto es una originalidad de Jesús.

 

jueves, 4 de enero de 2024

También Rudolf Schnackenburg se preguntaba: "¿Y la koinonía?"

   Mi ponencia en la Semana de Teología 2021 se tituló: "¿Y la koinonía?” (se la puede encontrar en este mismo blog, en el siguiente enlace: ¿Y LA KOINONÍA?). Allí analizaba la poca insistencia que nuestras comunidades ponen en este elemento esencial de la Iglesia, a la luz del Nuevo Testamento y los primeros siglos cristianos.

   También se lo preguntaba Rudolf Schnackenburg (1914 - 2002), quien fue un presbítero católico alemán y estudioso del Nuevo Testamento. Nada menos que Joseph Ratzinger ‒Benedicto XVI‒ se refirió a él como "probablemente el exégeta católico de habla alemana más importante de la segunda mitad del siglo XX".[1]

   Y Schnackenburg no se lo preguntaba de cualquier modo: esta pregunta está en la reflexión final de sus dos tomos sobre “El mensaje moral del Nuevo Testamento”.[2] Allí considera la vida cristiana actual a la luz de lo visto en esos dos tomos. 

   A continuación copio un par de párrafos de esa reflexión final, que se titula: “La comunidad de fe como lugar de la realización cristiana de la vida” que, literalmente, son las últimas páginas de esta gran obra:

   “La dimensión social de la vida humana está en el Nuevo Testamento destacadamente referida a la comunión de los creyentes e instalada en la «Iglesia». La comunidad, ya se trate de la comunidad doméstica o de una Iglesia local constituida por diversos grupos y comunidades domésticas, es el lugar preferente de la realización cristiana de la vida. Indudablemente, los creyentes también mantenían contactos con su medio ambiente social, pero no tanto a título individual cuanto más bien como miembros de la comunidad a la que se sabían pertenecer y en la que estaban asentados. Esta conciencia «eclesial» repercutía en su conducta moral y desembocaba en una ética específica del grupo, que hallaba su más clara expresión en la tendencia al amor (agape) solicitada por Jesús y realizada por él de la manera más plena y perfecta. El amor al prójimo, que se amplía hasta el amor a los enemigos, tenía, en el pensamiento y las actividades de las comunidades protocristianas, su esfera de acción más próxima -a veces de forma exclusiva y unilateral- en la comunión de los hermanos y las hermanas.

   “Pero en nuestra época... Falta aquella conciencia de comunión que, según la descripción de los Hechos de los apóstoles, caracterizaba a las primitivas comunidades cristianas y no sólo a la protocomunidad de Jerusalén. Cuando se leen las cartas dirigidas a las comunidades, llaman siempre la atención las constantes exhortaciones a la armonía interior, a la unidad y la concordia, a una vida común nacida del mismo espíritu, del poder del Espíritu divino. Pudieron desempeñar aquí un cierto papel factores sociológicos: las comunidades eran pequeñas y, por así decirlo, abarcables con una sola mirada, y necesitaban estar cohesionadas frente a un medio ambiente extraño y ante las corruptoras influencias del exterior. Pero esto no lo explica todo. Una mirada más profunda descubre el impulso, procedente de la fe, a configurar una comunión de vida que se extiende en todas las direcciones y a actuar de acuerdo con esta comunión. En la medida en que se va extinguiendo -también en las comunidades eclesiales- esta conciencia solidaria, la reflexión sobre este fenómeno debe entenderse como una pregunta crítica dirigida a las Iglesias existentes”.[3]



[1] Joseph Ratzinger, Jesus von Nazareth, p. 11, donde Schnackenburg es llamado el  wohl bedeutendste deutschsprachige katholische Exeget der zweiten Hälfte des 20 Jahrhunderts”. Esta referencia a Schnackenburg está en el Prólogo de la obra, que Ratzinger había comenzado a escribir a mediados de 2003.

[2] Barcelona, 1989 y 1991. Los tomos originales en alemán son de 1986 y 1988.

[3] R. Schnackenburg, El mensaje moral del Nuevo Testamento, Tomo II, Barcelona, 1991; pp. 325-327. También se puede leer en estos dos tomos lo que se dice sobre "la fuerza configuradora de la comunión", en Tomo I; pp. 196-206 y sobre la la vida comunitaria-familiar en la Iglesia primitiva en el mismo Tomo I, pp. 280-281. Allí el autor reenvía a la obra de Hans-Josef: Klauck Hausgemeinde und Hauskirche im fruhën Christentum, Stuttgart, 1981.

domingo, 24 de diciembre de 2023

The Chosen: capítulos navideños

    Si alguien no ha visto la serie multitemporada sobre Jesús titulada "The Chosen" estos capítulos navideños pueden ser una buena manera de empezar. Es una serie atractiva desde lo cinematográfico, y sólida desde lo teológico. Y tiene el plus de ser una elaboración ecuménica. 

   Si uno no es muy impaciente, puede empezar por el capítulo "El Pastor" y seguir con "Los mensajeros" para ir de menor a mayor (y en el orden cronológico en que fueron filmados). Si no, puede ser mejor invertir el orden, pues en "Los mensajeros" aparecen María y José desde el principio (este capítulo dura unos 40 minutos, "El Pastor" dura unos 20). 

   Tarda unos pocos segundos en abrir, pues pone un par de carátulas antes... no hay que tocar nada: pasan solas hasta que empieza el capítulo.

EL PASTOR

LOS MENSAJEROS

   Las tres temporadas ya estrenadas se pueden ver en la misma plataforma gratuita que ofrece la productora (THE CHOSEN) y también se pueden ver en Netflix. 

   La cuarta temporada está prometida para el mes que viene.



miércoles, 29 de noviembre de 2023

30 años de un documento ecuménico importante: Iglesia y justificación (1993)

   En este mes de noviembre se cumplen 30 años de la publicación de un importante documento católico-luterano que se llamó “Iglesia y justificación”. Fue un paso fundamental en este diálogo bilateral, que abordó dos temas esenciales y profundamente vinculados.

   Este documento, surgido más bien del diálogo entre los teólogos de ambas confesiones cristianas, abrió el paso para que en 1999 surgiera un documento aún más importante, pues representó un acuerdo –no solo entre los teólogos‒ sino también entre ambas comunidades cristianas: la “Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación”.

   A este documento adhirieron posteriormente otras comunidades cristianas y en la edición por el 20° aniversario se incluyeron las declaraciones del Consejo Metodista Mundial (2006), el Consejo Consultivo Anglicano (2016) y la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (2017).

   A continuación dispongo los enlaces que dan acceso a la documentación básica y a algunos artículos de contexto.

1993 Iglesia y justificación - El documento en el sitio vaticano en francés o inglés

Iglesia y justificación 1993- artículo

1999 - Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación

Víctor Manuel Fernández, El resultado del diálogo luterano-católico sobre la justificación, Revista Criterio Nº 2245, Noviembre 1999

2017 - Artículo sobre la historia del diálogo católico-luterano


jueves, 23 de noviembre de 2023

Borges: "In memoriam J. F. K."

    Ayer se cumplieron 60 años del asesinato de John F. Kennedy. Un crimen que también es un símbolo del mal en el mundo, que en la época contemporánea se manifiesta con amplitud y profundidad crecientes.

  Jorge Luis Borges supo leer el símbolo como pocos, y lo plasmó en el breve escrito que transcribo.

In memoriam J. F. K.

Esta bala es antigua. 

En 1897 la disparó contra el presidente del Uruguay un muchacho de Montevideo, Arredondo, que había pasado largo tiempo sin ver a nadie, para que lo supieran sin cómplice. Treinta años antes, el mismo proyectil mató a Lincoln, por obra criminal o mágica de un actor, a quien las palabras de Shakespeare habían convertido en Marco Bruto, asesino de César. Al promediar el siglo XVII la venganza la usó para dar muerte a Gustavo Adolfo de Suecia, en mitad de la pública hecatombe de una batalla.

Antes, la bala fue otras cosas, porque la transmigración pitagórica no sólo es propia de los hombres. Fue el cordón de seda que en el Oriente reciben los visires, fue la fusilería y las bayonetas que destrozaron a los defensores del Álamo, fue la cuchilla triangular que segó el cuello de una reina, fue los oscuros clavos que atravesaron la carne del Redentor y el leño de la Cruz, fue el veneno que el jefe cartaginés guardaba en una sortija de hierro, fue la serena copa que en un atardecer bebió Sócrates.

En el alba del tiempo fue la piedra que Caín lanzó contra Abel y será muchas cosas que hoy ni siquiera imaginamos y que podrán concluir con los hombres y con su prodigioso y frágil destino.

domingo, 19 de noviembre de 2023

Mesa y sobremesa; Misa y sobremisa...

    Desde el domingo 10 de septiembre, en que recibí una moción del Espíritu (ante la que me comporté al principio de un modo tan poco dócil como el profeta Jonás), con el discernimiento y aprobación del párroco, estamos realizando un encuentro en la capilla a la que pertenezco, que hemos dado en llamar "sobremisa".

   Como nuestra celebración dominical tiene lugar a las 10 de la mañana (después de la cual siempre nos quedábamos un rato a charlar en la puerta de la capilla) y aprovechando que tenemos un merendero amplio y acogedor, quienes quieran (y por el tiempo que quieran o puedan) nos quedamos tomando mate (o mate cocido o té...) en el merendero, compartiendo la vida.

   Esto ha llevado a re-conocernos entre los miembros de la comunidad, recordar historias de la comunidad y del barrio... y a solucionar algunos problemas que algunos tienen y que -cuando los comentan- vemos que se pueden arreglar con la ayuda de otros miembros de la comunidad.

   También se han comenzado a acercar algunas personas que hacía tiempo no asistían a la liturgia y se han sentidos atraídos por este plus que es la reunión posterior. Se nota -como dicen muchos estudios- que la soledad es uno de los grandes males de nuestra época y este compartir fraterno y sencillo es un bálsamo para todos, y especialmente para algunos que sufren más este mal.

   Lo comento, pues puede ser inspirador para otra comunidades. Y, por momentos, me parece que si alguien pasa por la puerta del merendero (que da a la calle) y escucha nuestras risas y conversaciones, quizás se le ocurra decir: "Miren cómo se aman"...