4. La gracia
La cuarta variable es la de gracia o gratitud. Con ésta están relacionadas todas las palabras que
tienen su raíz en la palabra latina “gratia”. Todas tienen que ver con
amistosidad, beneficencia, dones, la belleza
de dar y recibir o recibir “algo gratis”. Cualquiera que sea la teología de la gracia que tenga el agente de pastoral, es seguro que va a encontrar personas con
dificultades en un nivel experencial donde precisamente
la gracia es dinámicamente importante. En
situaciones donde predominan los sentimientos de
culpa se destaca la relevancia del perdón. Pero
la aplicación precisa no es siempre tan evidente,
porque algunos hombres experimentan una
tensión
notable entre su necesidad de perdón y su juicio
personal sobre la pregunta si es posible o no ser perdonado. Algunos se
resisten verdaderamente contra la gracia, aunque generosamente ofrecida. Mientras
se consideran indignos del perdón, posiblemente tengan dificultad con una convicción que es aún más apremiante que el peso de sus sentimientos de culpa: se trata de la convicción de que ellos mismos son los jueces finales
de su situación y que no existe juicio más alto, más sabio o más decisivo. Con otras palabras, detrás del muro de
lamentos de su miseria se esconde un baluarte de orgullo y se mantienen en
una auto-condenación definitiva: un núcleo grande y fuerte de narcisismo.
En algunos casos se
presente el narcisismo camuflado de esta manera: se siente no tener necesidad
de la gracia y no se sabe ser agradecido; “¿Quién,
yo? No necesito ser perdonado por nadie”.
“Nunca he pedido algo que no me debieran”.
“Ah, sí! Tuve mucho éxito, pero también
lo tuve que conquistar”. Sentimientos como éstos
pueden aparecer en el comienzo de la conversación
con el agente evangelizador: “Te quiero hablar
porque comprendo que para esto estás aquí”. Todo es cuestión de derechos y de
intercambio de bienes.
Cosas extrañas
pueden ocurrir en otro sentido. La dama que declara que ella “está tan
agradecida...” mientras se debate en medio de
terribles problemas, o el hombre que es incapaz
de blasfemar por sus males. No, se les ha
enseñado a estar siempre agradecidos, a decir “gracias” a cada vecino, agente
de policía o comerciante y aún a rezar por sus enemigos. Su gratitud es un
deber impuesto, un mandato de su conciencia con el cuchillo en la garganta. Sea
lo que sea esta gratitud forzada, se nota en ella una ausencia de espontaneidad
y sinceridad. No se descubre ni rastro
en ella de la amabilidad juguetona que es propia de la palabra “gracia”. Resulta algo sombrío.
No corresponde que el agente de pastoral pregunte: “Dígame, ¿qué piensa sobre la gracia?”, o “¿Cuál es su punto de vista respecto a la pregunta número 5 del catecismo?”. Por el contrario, tiene una espléndida
oportunidad para preguntar: “Recién usted habló
de Dios, ¿alguna vez te sonríe?”. O, cuando la letanía de quejas le parezca un poco excesiva u obsesiva,
puede preguntar: “¿Alguna vez pensaste cuánto dolor hay en todas partes?”. O si
no, si es oportuno y le sale espontáneamente, extiende la mano y tiernamente da una
bendición a alguien que se considera malamente tratado o despojado. Si hace esto o solamente
dice: “Pobre...”, puede demostrar la gracia en medio de la situación de
necesidad sacando agua de la fuente de la cual él y su ministerio son el símbolo.
Muchas personas que están en dificultades quieren
ser bendecidas, pero no se animan a pedirlo, o no saben cómo hacerlo. Algunos agentes de pastoral, presos en sus
propios sentimientos de enojo o de frustración no quieren bendecir porque piensan que
su interlocutor no lo
merece. Esto demuestra que desprecia de hecho su ciencia teológica básica.,
ciencia en la cual la
gracia es descripta indudablemente como un don gratuito. Un don que no puede
ser repartido ni retenido por consideraciones o por méritos. Si los agentes de
evangelización se sintieran libres y estuvieran dispuestos más
frecuentemente a bendecir, dela manera que sea, descubrían en ello también el valor diagnóstico. ¿Quién
aceptará tales bendiciones de corazón y con agradecimiento? ¿Quién las recibirá con
contrición, quién las resistirá, quién se pondrá orgullosamente por encima?
¿Quién se sentirá conmovido hasta las lágrimas, quién se alegrará por ellas, quién
recibirá nueva energía para enfrentar sus problemas? Ahora muchas veces
ignoramos la respuesta a esta pregunta a causa de la vergüenza inoportuna de
ambas partes.
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