Presentación
A principios de 1999 –comenzando yo a dar
clases en un colegio secundario y viendo que los profesores tomaban “pruebas de
diagnóstico” a los alumnos, para ver con qué conocimientos empezaban el año‒ le
pregunté al P. Frans si a nadie se le había ocurrido hacer una especie de
diagnóstico catequístico. Primero me dijo que no, y que era una buena idea… y
luego recordó el artículo que ofrezco a continuación.
Lo que sigue es un artículo del Dr. Paul
Pruyser traducido en su momento por el P. Frans de Vos. He comprobado su
utilidad en la práctica, y lo propongo a mis alumnos del profesorado de
Ciencias Sagradas. Como ya hace tiempo que se acabaron los ejemplares de “impresión
casera” que solía hacer Frans, ahora circulan “fotocopias de fotocopias” cada vez más ilegibles, me
pareció que valía la
pena hacer entrar este texto en el Siglo XXI, digitalizándolo y poniéndolo en la red.
pena hacer entrar este texto en el Siglo XXI, digitalizándolo y poniéndolo en la red.
El texto trata de 7 aspectos que se pueden analizar en un nuevo grupo, para ver su situación espiritual: lo sagrado, la providencia, la fe, la gracia, la conversión, la comunidad y la vocación. En esta primera entrega ofrecemos los tres primeros.
Espero les sirva.
Jorge Fazzari
Introducción
El autor del artículo que traduzco y adapto
es el Dr. Paul W. Pruyser. No pretende
ser ni teólogo ni psiquiatra: es un psicólogo clínico que trabaja en un
instituto psiquiátrico donde se ocupa sobre todo de cursos post-grados para
psiquiatras, trabajadores sociales, religiosos, terapeutas, etc. También se
ocupa de formación
de seminaristas. Su tarea específica relacionada con los religiosos es entrenarlos
en lo que en inglés
se llama “couseling” y que podemos traducir por “asesoría espiritual”. Constata que una de las
tentaciones del sacerdote o pastor es moverse demasiado fácilmente en el
terreno psicológico y pretende que la tarea del “pastor” debe consistir sobre
todo en el acompañamiento de la fe. Para esa tarea elaboró una guía de
diagnóstico de la fe. Esta
guía de diagnóstico
pastoral me pareció útil para todos aquellos que
se encuentran con las personas, individuos o grupos en relación con el despertar
o la educación de la fe. En efecto, el anuncio de la Palabra supone una cierta
capacidad de escuchar y el encuentro con las personas exige que sean
tratadas con
respeto y comprendidas en su situación.
Dejaremos de lado algunas
alusiones técnicas o bibliográficas y cada
vez que el autor habla de “pastores”
utilizaremos el término “agente de pastoral” o de “evangelización”, incluyendo así a los evangelizadores y
catequistas en todos los niveles y no limitándonos a la asesoría espiritual sino a todo encuentro evangelizador.
El
diagnóstico pastoral que ofrece es fácilmente reconocible desde un punto de vista teológico, pero procede de
una manera fenomenológica, es decir, que parte ‒no de nociones
abstractas‒ sino de hechos y palabras fácilmente reconocibles. Con su ayuda los agentes de pastoral pueden hacerse una
imagen aunque sea parcial desde donde pueden elaborar estrategias
pastorales.
Frans
De Vos
1. Conciencia de lo sagrado
Una primera dimensión que
habría que constatar» es la conciencia
de lo sagrado en la persona o grupo concerniente: si algo le es
sagrado, ¿qué es? ¿Qué adora? ¿Existe algo
para él inaccesible o impenetrable? ¿Sabe lo que es un sentimiento de respeto?
El agente de pastoral tiene que poder escuchar con un tercer oído. La persona con la que se relaciona,
¿se presenta como una creatura dependiente o más bien grandemente
inflada y conforme consigo misma? ¿Es capaz
de apreciar algo que se encuentra fuera de él? Si está abrumado por
circunstancias desagradables ¿a qué o a quién estaría dispuesto a presentar una ofrenda? ¿Ha tenido
alguna vez un sentimiento de profundo respeto y de felicidad? ¿Cuándo y en qué
situación? La persona con la que nos relacionamos quizás huye de todo misterio
y excluye todo lo que sea trascendente. En este caso, ¿se trata de un
positivismo disciplinado e intelectual, o da la impresión de que alguna vez se
haya quemado? Esta podría ser una respuesta que indique que se retrajo
mentalmente de la realidad objetiva y que está cargado con recuerdos dolorosos no muy disciplinados. Es posible que no
considere nada como sagrado y que esconda todos sus sentimientos detrás de una tibieza emocional
ejercitada. Al agente de pastoral le puede parecer pedante, con un aire de autosuficiencia,
mientras que evidentemente busca ayuda.
El agente de pastoral puede testear estas impresiones de una manera prudente y amistosa. ¿Siente que es solamente una creatura y cómo lo manifiesta? A veces la
docilidad para aceptar lo inevitable muestra que
es consciente de su limitación. A veces alguien hace traslucir su sentimiento de impotencia
mostrando una cierta humildad, sobre todo cuando es confrontado con problemas humanos
omnipresentes y angustiantes, como son el dolor, el sufrimiento, el mal, la enfermedad,
la muerte o la pérdida. Pero lo que parece
ser humildad puede ser arrogancia o exigencia entrometida, por ejemplo en
casos de piadosa humildad en que uno quiere que sea tratado por Dios con preferencia
y desea ser favorecido, especialmente después de la muerte.
Se han fantaseado innumerables habitaciones privadas en el cielo y se
han amontonado enormes tesoros de merecimiento por almas aparentemente
humildes que al fin y al cabo no dejan que Dios sea Dios. Desde Adán siempre
han querido reemplazar secretamente al Creador, pero se atuvieron totalmente a
las formalidades de buena educación que parecía que Dios quería. Jugaban el
juego que les parecía que era el de Dios.
La conciencia de lo sagrado y los sentimientos de respeto son también
variables diagnósticas porque pueden llegar a develar lo que los teólogos
llaman idolatría. Alguien puede tratar a
su automóvil con tanto respeto y hacer por él tantos sacrificios en tiempo,
dinero y energía que otras ocupaciones y finalidades sufren por falta de
atención. Alguien puede considerar tan sagrada la bandera o mandarse la parte
tanto con su medalla de guerra que la Nación o la Constitución parecen ser
Dios, un caso claro de religión secularizada. El sentido de lo sagrado y el
respeto pueden aplicarse a símbolos inadecuados y esto es incidentalmente una
manera de definir la idolatría. Como
diagnóstico los agentes de pastoral tienen que ser inmensamente curiosos por
los dioses de sus interlocutores. No
deben confundir su parloteo celestial con algo unívoco, sino tratar de examinar
a qué se refiere ese parloteo en los pensamientos y en los actos de su
interlocutor. Si es verdad que “donde está tu tesoro está tu corazón”, el
conocimiento del corazón pondrá en nuestras manos la llave del tesoro y
viceversa, y en esto radica una indicación diagnóstica muy valiosa.
2. La
providencia
La segunda variable diagnóstica es la
Providencia, término sacado directamente de la Teología. Este concepto puede
ser utilizado en distintos niveles. El nivel en que quisiera poner el acento
puede resumirse de la siguiente manera: “lo que un ser humano quiere saber verdaderamente
acerca de la Intención Divina es lo que Dios quiere para este hombre concreto”.
Definiciones abstractas y doctrínales de la
Providencia significan algo, pero aceptar el significado de esta palabra para
uno mismo personalmente significa mucho más. Las conversaciones pastorales
están llenas de referencias implícitas a la Providencia. Gente con dificultades
–y esto es comprensible‒ están confusos respecto a la pregunta ¿cómo la
benevolencia y la malevolencia del poder divino que le vienen al encuentro se
relacionan entre sí? Baste como ejemplo esta primera exclamación o pregunta
típica: “¿Por qué? ¿Por qué me toca esta desgracia?”. Y también la pregunta
siguiente: “¿Por qué justo a mí? ¿En qué lo merecí? ¿Qué quiere la Divina
Providencia conmigo?”.
En este sentido personal la Providencia es
una palabra breve que puede incluir varios tipos de experiencias. La palabra
puede contener una alusión a un bienestar de tipo cósmico. El agente de
pastoral puede preguntar: “¿Existe también algo de bueno o amistoso en el
mundo, o no hay más que miseria?”. También puede observar: “Pobre, esto es
triste, me pregunto si ves alguna luz en algún lado”. Providencia puede aludir
al deseo de recibir dirección desde algún lado, desde arriba. El interlocutor murmura entonces: “¡Ojalá
supiera lo que es la voluntad de Dios!”.
Además la palabra Providencia indica la necesidad de ser cuidado y
amado: “Dígame, ¿dónde puedo encontrar consuelo? ¿Qué tengo que hacer? ¿Qué es
lo que dejé de hacer? ¿Qué tengo que tratar de cambiar en mí mismo?”.
La palabra Providencia está fuertemente relacionada
con la capacidad de confiar. Sin confianza
no hay Providencia. En lugar de ella no hay más que malevolencia o amenaza de
desgracia. La persona en cuestión
¿confía realmente en el agente evangelizador con quien se encuentra? ¿Confía en
que lo puede ayudar? ¿Confía en que puede ser ayudado verdaderamente y que es
digno de ser ayudado? ¿Confía en que el agente de evangelización cree en una
fuente más grande de ayuda, una fuente de buena voluntad, con “agua viva”?
¿Sabe y confía que la preocupación pastoral en realidad es mediadora de
preocupación divina? Si es así la perspectiva pirognóstica no es tan sombría.
Si no es así, debemos examinar otras cosas. Porque hay personas que efectivamente
no creen en la Providencia y no esconden su opinión. Quizás no saben lo que es
la benevolencia porque nunca la han encontrado. No han tenido una verdadera
experiencia de ella, no confían en nadie.
Visto desde un punto de vista objetivo quizás tengan razones fundadas
para no confiar en nadie: padres, clero, guardia-cárceles, docentes, Iglesia,
Dios, el Universo. No tienen esperanza y
no conocen motivos para esperar. No
saben lo que significa ser cuidados: “El único padrastro mío, que parecía quererme
un poco, mientras estaba en la secundaria, se murió en un accidente”.
La Providencia también puede ser negada a
causa de sentimientos de gran competencia personal. Estos casos no buscarán
fácilmente entrar en un diálogo pastoral.
Pero ya que los sentimientos raras veces son puros y simples, tales
personas orgullosas se encuentran a veces con los agentes evangelizadores y
muchas veces muestran, una autosuficiencia narcisista mientras piden
ayuda. Quizás vagamente tienen
conciencia de que su aire autosuficiente o su triunfalismo conscientemente
subjetivo solamente es una postura, detrás de la cual se esconde una necesidad
de ser contradichos. Quizás tienen conciencia
de que esto está mal por algunas razones y vinieron justamente para ser
juzgados.
Con la idea de Providencia como faro el
agente evangelizador puede hacer
observaciones sutiles que le informan
sobre dónde está el interlocutor. Este faro es una guía segura hacia la
dinámica de esperar y prometer, lo que tiene una gran importancia terapéutica.
Esperar y desear son dos procesos totalmente diferentes. Para alguien que
espera se trata de actitudes y buenas cosas en sentido general, como vida,
libertad, salvación, liberación. Alguien que desea tiende a dirigirse hacia
cosas específicas: dinero, lluvia después de la sequía, regalos caros, la
muerte de su enemigo. El hombre
esperanzado toca la realidad, alguien que desea al por mayor se entrega a
pensamientos mágicos. El que espera se
basa y respeta el poder trascendente que tiene su propio fin impenetrable; el
que desea inclina este fin hacia sí mismo y lo quiere adaptar a sus propios
deseos. En lenguaje teológico, el que espera piensa escatológicamente y deja
que Dios sea Dios; el que desea piensa solo apocalípticamente y busca vueltas
en su suerte para que se cumplan literalmente sus fantasías vengativas. El que espera dice: “Ahora veo en un espejo,
en enigmas...” (l Cor 13,12); el que desea piensa en una habitación reservada
en un hotel celestial.
La otra vertiente del esperar y del desear
es prometer. Es también una manera de relacionar la Intención Divina consigo
mismo. Reflexiones sobre lo que alguien
piensa que Dios le ha prometido iluminan su personalidad. ¿Piensa y actúa como
si Dios le debiera beneficios especiales, incluyendo una solución mágica al
problema que se le presenta, o es suficientemente humilde para sentir que la
presencia prometida de Dios le es suficiente y que eso es todo lo que tiene que
pretender? Y, para seguir en el mismo sentido: ¿piensa la persona que el agente
de evangelización le prometió soluciones especiales, promesa a la que se atiene
legalísticamente, o aprecia en el agente evangelizador que éste lo trate con
una actitud servicial sin que le proporcione recetas precisas?
Él lector habrá comprendido que las variables propuestas no son
factores estáticos que están o no están y que tampoco son factores medible cuyo
contenido e intensidad se deben descubrir. Es “preferible verlos como temas
multidimensionales que presentan un panorama en el pensamiento del diálogo
pastoral en el cual se organiza de alguna manera la visión que se tiene en
distintos niveles y de un modo más o menos coherente. Hacen posible al agente evangelizador y
también a los interlocutores entablar un diálogo coherente. Hacen descubrir cuál es el lugar de los
conceptos de fe en la vida de una persona, qué influencia tienen sobre su
pensamiento, sus sentimientos, sus actos y la manera cómo enfrenta sus dificultades. Iluminan también las actitudes
que son importantes en la relación evangelizador-evangelizando.
3. La fe
Esto se nace más claro en la tercera
variable. No encuentro mejor nombre que
el de Fe, en sentido subjetivo. La
relación de esta fe con cualquier fe específica, con “la Fe como un conjunto
objetivo e histórico de doctrinas tiene que ser examinado más que tomado como
algo evidente. El uso diagnóstico de la variable de la fe consiste en que el
diálogo y las observaciones del agente evangelizador se dirigen hacia una
actitud afirmativa o negativa que la persona toma en la vida, de su entusiasmo
o de su tibieza. ¿El interlocutor es
típicamente alguien que dice sí de corazón a los ideales y al esquema general
de la realidad y de la vida, o más bien se inclina a ser negador crítico y
prudente, alguien que está lleno de “sí, pero” y “aunque”? ¿Abraza la experiencia
vital o se muestra temeroso?
Aún Sartre, que se dice ateo, habla de buena
y mala fe y valora mucho el compromiso.
La pregunta no es sólo a qué realidad alguien entregó su corazón, sino si es capaz de dar su corazón a algo (no
importa qué) o si es comprometido en sentido general. La pregunta es si tiene el coraje de ser o
si tiene la voluntad de crecer. Jesús
preguntaría por la fuerza de la fe. Las
palabras que usamos no son tan importantes en sí, pero la disposición del
evangelizado es de mucho peso. El uno
está dispuesto a arriesgarse y ama quizás la aventura, el otro busca un lugar
seguro donde estar lo menos posible comprometido. Algunos tienen coraje a
pesar de su temor, otros se mueren de miedo. Si el agente evangelizador observa amistosamente: “Usted
parece estar confundido”, uno inclinará su cabeza aún más: mientras que el otro
levantará más las orejas y movilizará de golpe de una u otra forma de energía
dormida.
Existe ciertamente una relación importante
entre fe y “la Fe” que se expresa con palabras, como: ' “Mi fe me dice...”, “Yo
quiero ser fiel a mi fe”, o “Yo perdí mi fe”.
Estas frases hacen traslucir un uso posesivo, tenso y a veces defensivo del
sistema de la doctrina religiosa como si fuera externo a lo que uno se agarra,
algo que se usa como cobertura de seguridad, como código, como escudo, o
instalación de protección. Un símbolo general muy frecuente de todas estas
características es la Biblia, o la expresión usada con frecuencia por los
interlocutores: “mi Biblia...”. Se lo
puede llamar bibliolatría, el valor diagnóstico de este símbolo de fe consiste en
descubrir que es lo que hace en el horizonte de la persona: ¿Abre para él el
mundo, o traza fronteras angostas y hace un pequeño nicho para un lugarcito
seguro? ¿Influye en la persona de una manera
liberadora, activando todos sus talentos, estimulando su curiosidad y ampliando
su compromiso, o lo mete en un chaleco de fuerza ahogándolo y frustrando sus
dones? ¿Se anima a internarse en el
terreno del estudio, de la ciencia, del arte, del trabajo social, o se limita a
literatura “nihil obstat” y a la comodidad de salitas de reunión parroquiales? Es posible que se cierre para la mayor parte
de los hombres y se relacione solamente con sus iguales: los que piensan como él, los que recibieron la
misma educación y tienen como él la misma actitud, encerrado en un mundo pequeño y reducido donde
reina el temor por los extraños. Con
otras palabras: esta dimensión de fe dice mucho respecto a la apertura o la actitud
cerrada de la persona en cuestión, y estos son factores importantes cuando se
trata de hacer un proyecto de evangelización.
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