A lo largo de su
historia, el cristianismo se ha visto tentado por diversas parcializaciones. En un extremo, un espiritualismo que desprecia
los elementos encarnados de la fe cristiana. En el otro, posturas que
acentúan excesivamente lo material en detrimento de lo espiritual (por ejemplo: imponiendo un verticalismo en detrimento de la comunión, y/o un juridiscismo en detrimento del clima teologal y fraternal).
Pero ambos
elementos están unidos y equilibrados en el cristianismo, como pasa en el misterio del propio Hijo encarnado:
Jesús
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Iglesia
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Revelación
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Sacramentos
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Espiritual
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Verdadero Dios
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Comunión teologal
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Palabra de Dios
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Gracia invisible
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y
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e
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expresada en
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comunicada por
|
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Material
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Verdadero hombre
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Institución visible
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lenguas humanas
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elementos visibles
|
Por eso, dice el
Concilio Vaticano II:
“Es característico
de la Iglesia ser, a la vez, humana y divina, visible y dotada de elementos
invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el
mundo y, sin embargo, peregrina; y todo esto de modo que en ella lo humano
esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a
la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos” (SC 2).
Y, como somos
Pueblo Peregrino, lo definitivo es la Casa del Padre. Por eso, el Catecismo de
la Iglesia Católica completa esto diciendo:
“En la Iglesia esta
comunión de los hombres con Dios por "la caridad que no pasará jamás"(1 Co 13, 8) es la finalidad que ordena todo lo que en ella es medio
sacramental ligado a este mundo que pasa (Cf. LG 48). "Su estructura está totalmente
ordenada a la santidad de los miembros de Cristo. Y la santidad se aprecia en función del
“gran Misterio” en el que la Esposa responde con el don del amor al don del Esposo" (MD
27). María nos precede a todos en la santidad que es el Misterio de la Iglesia como la
"Esposa sin tacha ni arruga" (Ef 5, 27). Por eso la dimensión mariana de la Iglesia precede a
su dimensión petrina" (Ibíd.)” (CCE 773).
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