A veces se reclama
que la política tenga una mística, que enamore a la gente, a los jóvenes, o a
quien sea...
Me parece que la
historia muestra que eso es un error: desde la mística nazi hasta la mística
soviética; desde la mística de los montoneros a la mística del “proceso de
reorganización nacional” (y, desgraciadamente, se podrían agregar muchos más ejemplos) los mesianismos políticos han llevado al
fanatismo y a la muerte.
La política es una
actividad humana que trata de gestionar el bien común para que sea lo mejor
posible. Y nunca será la respuesta última al deseo infinito de bien, de
felicidad, de sabiduría y de paz que hay en el corazón humano. La política –como
toda actividad humana‒ será (como mucho) una respuesta penúltima a esas ansias
profundas del hombre.
La mística, que
dice relación a Dios como Vida eterna, Sabiduría total y Amor infinito, es un
ámbito distinto, en el cual Dios es el protagonista y ‒gracias a cuya acción‒
este mismo mundo puede llegar a ser transfigurado de un modo que ningún plan
quinquenal podría hacer…
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