La parábola de “los 30 cigarrillos”.
En una población, se hizo una encuesta para saber
cuánto fumaba la gente. Y resultó que, quien menos fumaba, consumía 20 cigarrillos por día; y quien más fumaba consumía el doble. Y como el consumo era –más o menos–
parejo en toda esa población, resultaba que el promedio era 30 cigarrillos por día y por persona. Esta es una verdad estadística:
es verdad que en esa población cada uno fuma 30 cigarrillos por día.
Ahora bien, desde esa “verdad estadística” ¿podemos
concluir que lo bueno para el ser humano es fumar 30 cigarrillos por día?
Si fuéramos a un congreso médico y les planteáramos esa
pregunta, la respuesta sería: "No". Y, si les propusiéramos a los médicos: “¿Entonces
lo bueno es fumar el mínimo que se fuma en esa población: un paquete por día?”.
La respuesta volverá a ser: "No". Entonces les preguntamos a los médicos: “¿Y
cuánto es bueno fumar por día?”… y allí nos dirán: “Lo bueno es no fumar”.
¿De dónde sacan los médicos que lo bueno es no fumar?
No lo sacan de la “verdad estadística” (o “de hecho”), que muestra algo muy
distinto; lo sacan del estudio del organismo humano, que se deteriora con las
decenas de elementos nocivos y cancerígenos que tiene el tabaco. Ésta
es una verdad metafísica (es decir: basada en el ser de
las cosas, y de lo que es bueno para ellas): lo
bueno para el ser humano es no fumar.[1]
Y esto seguiría siendo verdad, aún cuando la población
relevada en la encuesta inicial fuese la totalidad de la población mundial: que
todo el mundo fumara, no transformaría en sano el hecho de fumar…
[1]
Según la Organización Mundial de la Salud: “En el humo de tabaco hay unos 4000
productos químicos conocidos, de los cuales se sabe que, como mínimo, 250 son
nocivos, y más de 50 cancerígenos para el ser humano.” Fuente: Organización Mundial de la Salud
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