En este sentido, el libro de Bernardo muestra un desplazamiento de la vida social global respecto de lo que se veía en las épocas del Vaticano II: en ese momento, la mirada de discernimiento de los pastores de la Iglesia católica veía una sociedad con la que se podía interactuar de una manera constructiva.
Bernardo nos muestra que hoy hay actuando en la sociedad global unos poderes de destrucción y muerte que no se veían hace 60 años.
Como marco teológico, recuerdo aquí la distinción entre Sabiduría y Profecía que hizo otro monje -Ghislain Lafont- en un libro homónimo y que (a la luz de lo que dice Bernardo) yo propongo prolongar así:
La sabiduría y profecía se
relacionan ‒cada una a su manera‒ con la historia y las circunstancias
concretas de un momento dado. Si el ambiente social que rodea al Pueblo de Dios
es básicamente sereno y justo, habrá una inclinación al cultivo de la
sabiduría.
En cambio,
si en el ambiente circundante hay injusticia empieza a ser necesaria la
profecía que denuncia el mal y anuncia el Reino de Dios y sus exigencias.
Y si el mal
recrudece, derivando en persecución del Pueblo de Dios, entonces aparece un
tercer registro de la Palabra: la apocalíptica, que denuncia la maldad
institucionalizada y estimula a los creyentes a mantener viva la esperanza en
medio de la adversidad y la muerte.
Y, de algún
modo, si disponemos estos tres registros de la Palabra sobre una línea de
tiempo, podemos decir que la sabiduría mira a la creación; la profecía,
a la historia en su decurso; y la apocalíptica, al final de la historia.
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