Sólo tres veces se menciona explícitamente al profeta Jeremías en el Nuevo Testamento, y las tres están en el Evangelio según San Mateo. Y también aquí Mateo muestra una arquitectura prolija, como la que manifiesta en todo su texto. La primera y la última citas aparecen en la primera y última partes de su evangelio, que tienen en común que son narrativas en su totalidad.[1] En ambos casos son citas de textos de Jeremías, en un caso vinculado con la matanza de los inocentes (2,17s) y en el otro, con la traición y muerte de Judas Iscariote (27,9s). Estas dos menciones de Jeremías quedan como marco de la mención que aparece como central, y que se refiere directamente a la persona del profeta, no a sus textos:
“Cuando Jesús llegó
a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dicen los
hombres que es el Hijo del Hombre?». Y ellos respondieron: «Unos, Juan el
Bautista; y otros, Elías; otros, Jeremías o alguno de los profetas».” (Mt
16,13s).
Esta mención de
Jeremías es exclusiva de Mateo: Marcos y Lucas no lo mencionan en sus pasajes
paralelos. Y como dijimos, está en un lugar central; no sólo por la posición
material dentro del evangelio; sino, sobre todo, porque está vinculada con la profesión de
fe de Pedro, cuyo preámbulo constituye.
A mi entender,
Mateo nos quiere iluminar algo de la persona de Jesús, relacionándolo con
Jeremías. ¿Qué tienen en común? Varios elementos:
1. Ambos anuncian a Israel una conversión radical, con una urgencia
que tiene carácter de ultimátum: el Pueblo de Dios se encuentra ante una
decisión histórica y aquello que decida establecerá cómo será su futuro:
salvación o condenación (Jr, 2,1ss; etc; Mt 21,33ss).
2. Pero su mensaje no se limita a Israel, sino que también se dirige a “las naciones” (Jr 1,5; Mt 28,19s)
3 y 4. Ambos aparecen como un “varón discutido y debatido por
todo el país” (Jr 15,10; Cf. Mc 6,14s; Jn 7,12), perseguidos por los sacerdotes del Templo y por las
autoridades civiles (Jr 18,18ss; 20,1ss; 26,1ss; Mt 2,16; 26,1ss…).
5. A ambos se los acusa de ser un peligro para el bienestar y el futuro del Pueblo de Dios, y algunos que detentan poder deciden que es mejor que mueran (Jr 38,1-4; Jn 11,47-50).
6. Ninguno de los dos es protegido por quien tiene la mayor autoridad, persona que se muestra débil ante las presiones de quienes quieren matarlos (el rey Sedecías en el caso de Jeremías: Jr 38, 5s; Pilato, en el caso de Jesús: Mt 27,24; Mc 15,6ss; etc.).
7. Ambos abrazan el celibato como un signo de los tiempos que les
tocan vivir: en Jeremías “significa la irrevocabilidad del juicio de Dios sobre
su pueblo”;[2] en
Jesús, está “profundamente vinculado a su entrega absoluta al reino de Dios”,
cuya llegada anuncia.[3]
8 y 9. Ambos anuncian la destrucción del Templo de Jerusalén (Jr 7,1ss; Mt 24,1s) y dicen que se ha convertido en “una cueva de ladrones” (Jr 7,11; Mt 21,13).
10. Jeremías anuncia una Nueva Alianza (Jr 31,31ss) que Jesús
lleva a consumación (Mt 26,28).
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