El personaje del discípulo amado que aparece en la segunda parte del evangelio según san Juan habla dos veces.
La primera vez sucede en su primera aparición, en la Última Cena. Cuando Jesús anuncia que uno de los discípulos lo traicionará: “Simón Pedro le hace una seña [al discípulo amado] y le dice: «Pregúntale de quién está hablando.» Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es? (Kýrie, tís estin)»” (Jn 13,24s).
La segunda vez sucede en la aparición de Jesús resucitado que provoca la pesca milagrosa: “entonces el discípulo a quien Jesús amaba dice a Pedro: «Es el Señor (ho Kýriós estin)»” (Jn 21,7).
Analizando esto podemos decir:
- el discípulo amado es un hombre de pocas palabras… en concreto: es un hombre de tres palabras.
- en los dos casos el sustantivo es el nombre propio y título cristológico divino: “Señor”.
- en los dos casos el verbo que aparece es el mismo y muy significativo: “es”: verbo existencial, en presente, referido en ambos casos ‒no a cosas‒ sino a personas.
- en el primer caso, es una pregunta; en el segundo, es una afirmación.
- en los dos casos las palabras del discípulo amado están en relación a Jesús y a Pedro: en el primer caso, Pedro le pide que le pregunte a Jesús (de Pedro a Jesús, pasando por el discípulo amado); en el segundo, el discípulo discierne a Jesús y se lo comunica a Pedro (de Jesús a Pedro, también pasando por el discípulo): el discípulo aparece como mediador entre ellos.
Se podría ver aquí una mínima pero interesante “teología de la vocación contemplativa”: el discípulo amado tiene una mayor intimidad con Jesús: está en su kólpos (13,23) como el Hijo está en el kólpos del Padre (1,18).[1] Pero (a diferencia de lo que algunos “iluminados” o “alumbrados” hicieron en la historia del cristianismo) este contemplativo pone su don al servicio, en la persona de quien es el principal servidor de la comunidad de los discípulos: Pedro; a quien Jesús dijo: “Apacienta mis ovejas” (21,16s).[2]
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Se podría agregar una tercera vez en que aparecen sus palabras, pero ya no en boca suya sino evocando un recuerdo. Esto sucede en la última escena del evangelio de Juan, cuando Pedro sigue a Jesús resucitado, y entonces: “Pedro, volviéndose, vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el que en la cena se había recostado sobre el pecho de Jesús y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que Te va a entregar?"” (Jn 21,20). Si tomamos en cuenta esta cita, en medio de las tres queda como frase central del discípulo amado, a modo de proclamación: “Es el Señor”.
[1] Como sabemos, son las dos únicas veces que esta palabra aparece en este evangelio.
[2] Recordemos otros dos casos en que aparecen Pedro y el discípulo: en la puerta del patio del Sumo Sacerdote, donde la gestión del discípulo permite el ingreso de Pedro (18,15s). El otro caso, es cuando corren juntos al sepulcro vacío y ‒si bien el discípulo llega antes‒ espera que primero entre Pedro (20,4-9). En ambos casos aparece el elemento (fuertemente simbólico) de la puerta / entrada… que es utilizado en el mismo evangelio: Jn 10,1ss
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