martes, 11 de octubre de 2016

La Trinidad y la Doctrina Social de la Iglesia (1a Parte)


   Estos contenidos están tomados de la 24a meditación de mi libro Meditaciones sobre la Trinidad... los comparto también aquí porque, lamentablemente, es un tema muy poco cultivado. 
   Naturalmente, no pretenderemos agotar –ni mucho menos–  esta temática aquí. Además de algunos aspectos que hemos considerado en la Segunda Parte del libro –cuando tratamos sobre “La Trinidad y las vivencias humanas”– agregaremos ahora una indicación sobre los nexos existentes entre la Trinidad y la Doctrina Social de la Iglesia, y expondremos algunas líneas de reflexión.

1. Nexos entre el Misterio de la Trinidad y la Doctrina Social de la Iglesia.

            En primer lugar, estos dos “temas” tienen algo en común: son una carencia histórica en la predicación, en la catequesis y en la vivencia cristiana. Y no es casual que ambos contenidos estén ausentes, pues están vinculados: si no afirmamos a un Dios Trinidad cuando hacemos la exposición de los contenidos de la fe, no tendremos sustento firme para hablar de la dimensión social de la persona, cuando expongamos los contenidos de la moral cristiana. Pues el mejor cimiento para la Doctrina Social de la Iglesia es mostrar que Dios mismo es “una realidad social”.
            Pero hay otro elemento común –ahora positivo– entre la exposición del misterio de la Trinidad Divina, y la Doctrina Social de la Iglesia: en épocas recientes, es creciente la atención dedicada a ambas temáticas, alcanzando a generar un interés cada vez más “masivo” dentro de la Iglesia (aunque con impacto desigual, en varios aspectos). Este creciente interés –más o menos simultáneo– por ambos temas, nos confirma su “secreta vinculación”. 
   Y, tomando sólo algunos “botones de 



muestra”, vemos que en la Magisterio Universal de la Iglesia, surgen –con muy pocos años de diferencia– primero el Catecismo de la Iglesia Católica (1992-1997), cuyo “hilo conductor” es el misterio de la Trinidad;[1] y luego el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (2005), llamado por muchos “el Catecismo social”... y que comienza con una rica exposición trinitaria, que más abajo recorreremos.
Por su parte, en la Iglesia en la Argentina, tenemos que el documento del Episcopado argentino Navega Mar Adentro (2003), pone en su número central, cuando expone “el núcleo del contenido evangelizador”, lo siguiente:
 Jesucristo resucitado nos da el Espíritu Santo y nos lleva al Padre. La Trinidad es el fundamento más profundo de la dignidad de cada persona humana y de la comunión  fraterna”. (NMA 50).[2]
Y, al mismo tiempo, vemos varios emprendimientos en la Iglesia en la Argentina (Cursos, Congresos, Jornadas, etc.) para exponer, cultivar y difundir la Doctrina Social de la Iglesia.
           

2. La Trinidad como modelo de comunión, en el Catecismo de la Iglesia Católica.

            2. 1. La Comunión Trinitaria.

Cuando consideramos el misterio de Dios, a lo máximo que llegamos en esta vida es a una mirada en la cual contemplamos dos aspectos complementarios, pero que nunca podemos terminar de sintetizar en una unidad final. Y esto es lógico, porque –como decía San Agustín– “Si lo comprendiste bien... no es Dios”.[3]
Por eso, a Dios lo contemplamos:
– Uno y  Trino: ni tan Trino, que deje de ser Uno, ni tan Uno que no pueda ser Trino: “No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me rodea con su fulgor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la Unidad me arrebata de nuevo...” (CCE 256).
– simple y perfecto: ni tan simple, que no pueda contener toda perfección; pero tan omniperfecto, que no deja ser simple;
– en la eternidad y en el mundo: un Dios completamente trascendente respecto del mundo, pero –al mismo tiempo– tan presente en el mundo, que es “más íntimo a mí, que yo mismo”.[4]
– en la silenciosa intimidad y en la historia candente: “presente en lo más íntimo de [todas] sus criaturas” (CCE 300), y al mismo tiempo “Todopoderoso «en el cielo y en la tierra» (Sal 135,6)... Señor del universo... y... Señor de la historia...” (CCE 269); el “Dios salvador, Señor de la historia” (CCE 2584).
En esta misma consideración de dos aspectos complementarios del misterio divino, también contemplamos dos aspectos de la comunión trinitaria:
            – En la “base metafísica” de la comunión trinitaria, afirmamos la consubstancialidad numérica: “es la infinita connaturalidad de Tres Infinitos” (CCE 256), que son una “comunión consustancial” (CCE 248): “la Santísima Trinidad vivificante, consubstancial e indivisible” (CCE 689).
            – En la “cumbre moral” de la comunión trinitaria,[5] contemplamos que Dios mismo es “eterna comunicación (commercium) de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo” (CCE 221), “el misterio de la Comunión del Dios Amor, uno en tres Personas” (CCE 1118; cf. CCE 257); porque “Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor” (CCE 2331): “el Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad” (CCE 738), “la comunión que existe entre el Padre y el Hijo en su Espíritu de amor” (CCE 850).
Por otra parte, cuando profundizamos en los misterios de la fe y de la vida cristiana, descubrimos –finalmente– que todo se reduce a dos vínculos de comunión, que tienen sus raíces en las Personas Divinas:
                         – la “comunión coordinada”: a imagen de la comunión de la Santísima Trinidad, donde las realidades en juego “no tienen grado superior que eleve o grado inferior que abaje” (CCE 256);
                         – la “comunión subordinada”: a imagen del misterio del Verbo encarnado, donde las realidades en juego no están en el mismo nivel, pero se unen “sin confusión y sin división” (CCE 467).
            Con esto, volvemos a los núcleos dogmáticos de la fe cristiana –el cristocentrismo trinitario–, desde los cuales se iluminan toda la fe y la vida cristianas, y de las cuales “Cristo es el centro y la Trinidad es la cumbre, siendo Cristo “Uno de la Trinidad” (CCE 470).


            2.2. La comunión humana, a la luz de la Trinidad.

            En los comienzos de la Tercera Parte del Catecismo –que es la Parte que trata sobre la moral cristiana– CCE 1702 nos anticipaba el contenido del Capítulo Segundo, con una referencia a la comunión trinitaria. “La imagen divina… Resplandece en la comunión de las personas a semejanza de la unión de las personas divinas entre sí”. Y, también, al principio del Capítulo Segundo se nos decía que “existe cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la fraternidad que los hombres deben instaurar entre ellos, en la verdad y el amor” (CCE 1878).
            Pero, luego, no encontramos que aparezca nuevamente considerado el misterio de la Trinidad en este Capítulo Segundo (CCE 1877-1948). Y hay varios temas que podrían haber tenido una iluminación desde la Trinidad, como la “igualdad y diferencias” entre las personas humanas (CCE 1934ss), o “la solidaridad humana” (CCE 1939ss). Aquí, incluso, se podría haber relacionado el primer tema con el “ser de la Trinidad”, y el segundo con el “amor en la Trinidad”.
            Pasando a considerar el conjunto de la Tercera Parte, vemos que sólo encontramos dos textos en que aparece la comunión de la Trinidad iluminando alguna experiencia de comunión humana. El primer texto es CCE 2205 que nos dice que “la familia cristiana es una comunión de personas, reflejo (vestigium) e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo.” Y CCE 2331 que, comenzando a exponer sobre la sexualidad, nos dice que “Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor”, apelando a frases de Juan Pablo II en Familiaris Consortio 11.
            Y en la Cuarta Parte, que habla de la mística cristiana, encontramos una frase que es una perla, pero aislada: “La comunión de la Santísima Trinidad es la fuente y el criterio de verdad en toda relación.” (CCE 2845).
            En este sentido, el CCE no sacó todas las consecuencias posibles, de una iluminación trinitaria de la vida social humana. Será el  Compendio de Doctrina Social de la Iglesia quien nos la ofrecerá.





[1] C. von Schönborn, El Misterio trinitario como hilo conductor del Catecismo de la Iglesia Católica, en AAVV, Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica, Bogotá, San Pablo, 1993, 48-51.
[2] Esta es la única frase que está “toda ella en mayúsculas” en NMA (tal como la copiamos), marcando su importancia.
[3] Sermón 52, 6, 16; citado en CCE 230.
[4] De nuevo, San Agustín, ahora en las Confesiones 3, 6, 11; también citado en CCE, ahora en su nº 300. De paso hacemos notar que el CCE tiene, aproximadamente, un 50 % más de citas de San Agustín que de Santo Tomás.
[5] Este lenguaje lo encontramos en CCE 470, que  habla de “divinos Trinitatis mores”.

1 comentario:

  1. Gracias , alguien que cree lo que la Iglesia nos invita a vivir y tan poco lo hemos aprvechado. ¡ Ojala descubramos lo que nos dice Francisco la Misericordia es la Viga que sostienme la vida de Iglesia ¡

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