Cuando los seres humanos hemos querido representar la presencia divina en algo material, hemos construido edificios monumentales: desde las pirámides (egipcias o americanas) hasta el Templo de Jerusalem; desde la Basílica de San Pedro hasta el Templo Mormón de Salt Lake City… construcciones pétreas, diseñadas para impresionar y para durar por siglos.
Cuando Dios mismo
quiso dejar su presencia divina en algo material eligió apenas pan y vino:
realidades sencillas, domésticas, cotidianas, familiares… y directamente
creadas para dejar de existir, dando vida a quienes las consumen.
Y en esto también
se manifiesta que Dios es “don de sí mismo” para la “comunión”.
Sencillamente como vos decís...
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