16. Esta vida se enmarca
en un doble octógono
que forman las bases sobre las que están situados
los sitiales de las Personas laterales en combinación,
bien con las cabezas de estas mismas Personas,
bien con la casa y la montaña del plano superior.
El ocho representa el octavo día,
el primer día de la nueva semana, es el domingo de la resurrección.
Este día tiene dos centros, por una parte la copa, que representa la Eucaristía, por otra parte el seno de la Persona central: el Hijo. A través del amor de Cristo, que se nos ofrece como realidad creada en la Eucaristía, se realiza la nueva creación, el nuevo tiempo de la salvación que es apertura a la eternidad de Dios. Compartir la copa eucarística es adentrarse en el misterio del amor que mana del seno de Cristo.
que forman las bases sobre las que están situados
los sitiales de las Personas laterales en combinación,
bien con las cabezas de estas mismas Personas,
bien con la casa y la montaña del plano superior.
El ocho representa el octavo día,
el primer día de la nueva semana, es el domingo de la resurrección.
Este día tiene dos centros, por una parte la copa, que representa la Eucaristía, por otra parte el seno de la Persona central: el Hijo. A través del amor de Cristo, que se nos ofrece como realidad creada en la Eucaristía, se realiza la nueva creación, el nuevo tiempo de la salvación que es apertura a la eternidad de Dios. Compartir la copa eucarística es adentrarse en el misterio del amor que mana del seno de Cristo.
17. Esta unión entre la Eucaristía y Cristo
queda realzada por una
tercera estructura: las siluetas
de las Personas laterales
representan una copa,
reproducción de la copa
central.
Esta segunda copa, resultado
de la conjunción
de la obra del Padre y del
Espíritu que sostiene al Hijo,
manifiesta el contenido de
la copa central: Jesucristo,
el salvador que viene de
un largo camino de muerte
simbolizado por el cuello
descolocado de su túnica,
se muestran en la estola
dorada que luce.
La invitación de Dios en
la Eucaristía es una invitación
a
hacernos hijos en el Hijo, no sólo compartimos la copa, sino que nos hacemos
parte de ella, el sacrificio y el triunfo de Cristo son también nuestro
sacrificio y nuestro triunfo.
Además, si trazamos la línea horizontal que
une los dos extremos superiores de “la copa grande”, vemos que esa línea
horizontal pasa justo por encima del corazón del Hijo. Y, si –a esa línea
horizontal– la cruzamos en el medio con una línea vertical, que vaya de la
cabeza del Hijo a “la copa pequeña” que está sobre la mesa, nos queda el dibujo
de... ¡la Cruz!
18. Las manos de las Tres Personas convergen en
el signo de la eucaristía: ésta es el punto de aplicación del amor divino: las
Tres Personas Divinas realizan conjuntamente la salvación del hombre, y este es
el tema de su diálogo, evocado en la centralidad de la copa.
Incluso
puede verse un movimiento en las manos que –en sentido inverso al de las
cabezas– parte del Padre, pasa por el Hijo derramándose en el cáliz, y llega al
mundo de la mano del Espíritu Santo, que apunta hacia abajo.
Y en
ambos casos –cabezas y manos– todo indica al Padre como Origen: Origen del cual
proceden las otras Personas en la eternidad (por eso el Hijo tiene su cabeza
levemente inclinada hacia el Padre, y el Espíritu Santo, hacia el Padre y el
Hijo) y Origen de la bendición y de la gracia en el tiempo (ver Catecismo de la Iglesia Católica 239,
244–245, 248, 254 para el primer aspecto, y 759 y 1077 a 1083).
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