En la jornada de las vocaciones, conviene recordar que todos los bautizados somos profetas, sacerdotes y pastores.
Profetas, pues expresamos la Palabra de Dios en el mundo sea con el testimonio, sea también con la palabra.
Sacerdotes, pues participamos activamente del culto divino, al tener el sello del "carácter sacramental" que nos consagra en el bautismo... que es la mayor consagración, dado que nos hace hijos del Padre, miembros de Cristo y nos infunde el Espíritu. Por eso podemos ingresar al templo, cosa que no pasa con los profanos en ninguna religión: sólo los sacerdotes ingresan al templo sagrado: ni siquiera en el templo de Jerusalén -que es lo más cercano a nosotros- los laicos podían entrar al templo...
Pastores, pues todos -según nuestra vocación- tenemos personas a las que servir y cuidar: las madres y padres a nuestros hijos, los docentes a nuestros alumnos, los miembros de un gobierno al conjunto de la sociedad, los empresarios a la comunidad de personas que es su empresa...
En el fondo, todo se sintetiza en don y tarea:
- escuchar la la Palabra de Dios; y vivirla y comunicarla,
- recibir la gracia divina, y celebrarla en comunión,
- sentirnos amados por Jesús Buen Pastor, e imitar su actitud de servicio.
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