jueves, 25 de mayo de 2017

Economía fraterna


 “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos,
y dotados como están de razón y conciencia,
deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”

Declaración Universal de los Derechos del Hombre,
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
Artítulo 1°.

1. Una experiencia económica de muchos siglos

   Cuando una persona ingresa a un monasterio de la tradición benedictina, además de incorporarse a una comunidad religiosa también se incorpora a una comunidad económica. Ese tipo de comunidad podría llamarse una cooperativa de producción y consumo.
   Y funciona así: a la persona que se incorpora se le asigna una tarea dentro de un horario establecido, que no supera las 6 horas diarias.[1] Y cumplir con esta tarea habilita a la persona para disfrutar de todos los bienes y servicios que tiene el monasterio. Así de simple.
   Dentro del monasterio no se necesita dinero: basta con el trabajo, la producción, los bienes y los servicios. Y, en cuanto al modo de gestión, es una economía fraterna: de hecho, los monjes se llaman “hermanos”.
   Por otra parte, recordemos que la palabra “economía” se refiere originariamente al ámbito familiar: en griego “óikos” es “casa” y “nómos” es “regulación”: la economía es la sabiduría práctica con que –sobre todo el padre de familia pero no sólo‒ planifica y regula la actividad de la casa para beneficio de todos sus miembros. Y recordemos que las “casas” de la antigüedad también eran comunidades económicas como el monasterio, y a veces muy numerosas.[2]


2. Una oportunidad y sus incalculables beneficios

  La pregunta es: ¿por qué no podría aplicarse este sistema a una escala global? No sólo no parece haber ningún inconveniente económico, sino que habría muchos beneficios.
   No parece haber ningún inconveniente, pues los números macro-económicos muestran que hay 

capacidad de producción de bienes y servicios para que todos estemos más que satisfechos.[3] Y podemos pensar fundadamente que el sistema que proponemos potenciaría la producción, como enseguida veremos.
   Los beneficios que surgirían serían variados. Para empezar nadie pasaría hambre ni otras necesidades materiales; y todos tendríamos nuestro futuro económico asegurado.
   Además, como el afán de lucro no tendría ningún sentido ‒pues no habría necesidad del dinero, ni posibilidad de acumularlo‒ entonces se eliminarían efectos nocivos de variado tipo, pues actuaríamos con mayor racionalidad y mayor justicia:
   ‒ En lugar de seguir depredando el planeta para obtener dinero, empezaríamos a cuidar los bienes reales: el agua, el aire, la tierra, las selvas, las especies animales...[4]
   ‒ En lugar de seguir contaminando la atmósfera multiplicando la cantidad de vehículos ‒lo que 
beneficia a las industrias automotrices, petroleras­ y afines‒ podríamos diseñar un sistema de transporte público inteligente, cómodo y eficiente; además de acelerar el desarrollo y utilización de motores no contaminantes.[5]
   ‒ En lugar de abusar de productos químicos para obtener mejores rendimientos en la producción de cereales, verduras, animales, etc. ‒químicos que contaminan la tierra y sus productos, y terminan afectando a nuestra salud‒ nos dedicaríamos a la producción de alimentos naturales.
   ‒ En lugar de ofrecer productos o servicios de mediocre (o mala) calidad para bajar costos, ofreceríamos productos y servicios de buena calidad.
  ‒ En lugar de hacer correr riesgos a los trabajadores (y sus entornos) extenuándolos con exceso de trabajo, apremiándoles para que realicen el trabajo en menor tiempo, o no dotándolos de los elementos de seguridad para reducir costos, corregiríamos todo esto.[6]
   ‒ Incluso generamos riesgos mayores. Por ejemplo: la necesidad de energía que tiene Japón para poder competir hace que construya centrales atómicas en una zona muy riesgosa, vulnerable a sismos (“el cinturón de fuego del Pacífico”). Ya hemos visto el riesgo que se corrió con Fukuyima, que pudo haber sido muchísimo más grave y no sólo para Japón: meses después del accidente nuclear japonés, Canadá detectó partículas radioactivas en su costa. Si elimináramos el factor de competencia que llega a niveles extremos (“business is war”), podríamos rediseñar el conjunto del sistema energético, privilegiando la sostenibilidad, la seguridad y la limpieza de esas fuentes.
    ‒ En lugar de seguir concentrándose la riqueza cada vez más, habría más justicia y solidaridad en el mundo.[7] Tengamos en cuenta que ‒según el informe de “Derecho a la alimentación” citado en la nota 3‒ en 2008 se producían 24.000 muertes diarias por causas relacionadas con el hambre, de las cuales el 75% correspondían a menores de cinco años. La mera cifra es atroz. Pero dado que los seres humanos no somos sólo un número sino que cada uno de nosotros tiene un don, tenemos derecho a preguntarnos si alguno de esos niños ‒que no han tenido la posibilidad de crecer y desarrollarse‒ no hubiera sido el científico que nos hubiera dado una vacuna que necesitamos, o una fuente de energía limpia y sostenible… o un tenor mejor que Pavarotti, o un escritor mejor que Borges, o…
   ‒ En lugar de mantener “secretos industriales” para lucrar con ellos, compartiríamos la información
 potenciando así nuestra capacidad productiva y el bienestar general. Por ejemplo: si los científicos que trabajan en los distintos laboratorios farmacéuticos compartieran sus conocimientos ¡cuánto mejores podrían ser los medicamentos que tuviéramos!
   ‒ En lugar de ocultar los efectos nocivos que pueden tener algunos productos para lucrar con su venta, buscaríamos producir de una manera que sea sana para las personas y el planeta… mejorando así la calidad de vida general, y reduciendo también los costos de la salud, al no tener que atender personas que fueron dañadas absurdamente.
   ‒ En lugar de hacer dispositivos informáticos o electrónicos incompatibles entre sí para “fidelizar” al cliente a la fuerza, buscaríamos la mayor compatibilidad lo cual potenciaría nuestra capacidad de comunicación, investigación, producción, etc.
   ‒ Ya no tendría sentido la “obsolescencia programada” pues nuestro criterio ya no sería lucrar con una mayor venta de productos, sino reducir los costos (reales) de producción, consumo de energía, distribución, contaminación y reciclado.[8]
   ‒ En lugar de competencia desleal, compra de privilegios o actitudes destructivas podríamos tener un ambiente de colaboración, eficiencia y desarrollo. Y, como alguien ha dicho: en el sistema actual la corrupción es sistémica, porque funcionarios que cobran algunos miles toman decisiones que valen muchos millones.[9]
   ‒ No asistiríamos a desperdicios absurdos, como cosechas de frutas que no se recogen porque son mayores los costos de la cosecha que lo que se obtiene con la venta de esa fruta.
   ‒ Otros absurdos criminales: se acaparan o destruyen bienes para mantener o subir los precios; y mafias controlan situaciones como éstas… y matan para hacerlo.
   ‒ También corregiríamos otros absurdos a los que nos hemos acostumbrado, como que un futbolista sea millonario, mientras que un cirujano que salva nuestra vida o una maestra que abre nuestra mente pueden tener salarios indignos.
   ‒ Al no existir dinero, se dificultarían los mercados de la muerte como el narcotráfico.[10]
   ‒ No tendríamos que temer por nuestro futuro o por nuestra situación en la vejez pues el cúmulo de bienes producidos y compartidos, alcanzan y sobran para todos.[11]

   Algunos especialistas sostienen que todo el esfuerzo de la Economía tiene como único fin asegurarnos el futuro. Pero vemos que nuestro sistema no lo logra. Un ejemplo significativo: a principios de 2008 Islandia estaba primera en una encuesta sobre bienestar socio-económico; a fines de ese mismo año, Islandia estaba en default, a causa de la crisis que todos conocemos; y a principios de 2009 renuncia su gobierno. Si un país no puede sostener su seguridad económica ni siquiera un año ¡cuánto menos una empresa o una familia![12]


3. Un sistema educativo humanista acorde

   Esto puede acompañarse con un sistema educativo que ayude a cada persona a detectar cuál es su don o capacidad, y a desarrollarlo. Esto haría que cada uno trabaje en aquello que es su vocación, lo cual es lo más beneficioso para la persona y para la sociedad. Para la persona, pues es muy grato trabajar en aquello que es la vocación de uno; para la sociedad, pues quien trabaja así, ofrece los mejores productos o servicios pues los realiza “de corazón”.
   Todo esto crearía una sociedad en la que el trabajo sería creativo, libre y solidario; y en la que habría tiempo libre para disfrutar de los vínculos interpersonales (amistad, amor, familia) y de bienes materiales e inmateriales (cultura, arte, deporte, meditación, viajes, etc.). Pues, como se ha dicho, hay (al menos) tres clases de bienes: los bienes materiales, el tiempo y los vínculos. Y si se incrementa excesivamente la variable de los bienes materiales, se pierden o deterioran los vínculos interpersonales y se reduce el tiempo para disfrutar de unos y otros.


4. Cuestiones concretas

    ¿El modo concreto de implementar esto? Una posibilidad es que ‒en lugar de la tarjeta de débito o crédito que muchos tenemos‒ podría existir una tarjeta electrónica que, al retirar bienes o al requerir servicios en lugares semejantes a los que tenemos ahora, esa tarjeta simplemente indicara con una luz verde que la persona está cumpliendo con las tareas asignadas, lo cual le da acceso a los bienes y servicios que todos producimos… como sucede en el monasterio.
      ¿Cómo impedir que todo el mundo se lleve todo lo que pueda? Primero: ¿para qué, si mañana también estará ahí todo lo que necesite? Por ejemplo: ¿para qué voy a llevarme 15 litros de leche, si mañana (y pasado, y luego) habrá leche fresca allí para que yo la tome? Segundo: educación para una convivencia social que nos conviene a todos. Tercero: controles suficientes para que no se produzcan abusos… semejantes a los que tenemos ahora: al retirarse de un lugar de expendio, los productos retirados se pasan por un lector electrónico (como en el supermercado hoy) tanto para mantener actualizado el stock del lugar, como para verificar que el consumo no sea abusivo.[13]
   Hay más cuestiones concretas que se pueden plantear: pronto presentaré otra reflexión sobre este tema, imaginando cómo sería la vida concreta de las personas en este tipo de organización. Pero las cuestiones concretas no son las más difíciles: en la conclusión apuntaré a los verdaderos problemas.
 

5. Por si alguien dice que de esto yo no sé nada…

   “Thomas Kuhn, en su célebre La estructura de las revoluciones científicas, escribió que «los científicos, cuando se enfrentan a anomalías incluso graves y prolongadas, por más que empiecen a perder la fe y a tomar en cuenta las alternativas, no renuncian al paradigma que los ha llevado a la crisis». Y agregó, citando a Harvey Lehman en Age and Achievement: «Las personas que han logrado inventos fundamentales de un paradigma nuevo, o bien han sido muy jóvenes o bien han llegado muy recientemente al campo cuyo paradigma transforman».[14]
   Y,  si estas ideas mías parecen demasiado alocadas, es bueno saber que hay economistas que tienen posturas inéditas ante situaciones nuevas: dado el fenómeno de la robotización del trabajo y la consiguiente expulsión de mano de obra humana, hay economistas (y otros especialistas) que están pensando en una asignación universal que permita a todos tener lo conveniente para una vida digna… asumiendo que “salario” y “trabajo” ya no tendrán en el futuro la correlación que siempre hemos conocido.


Conclusión

   Naturalmente, un sistema económico más eficiente y justo no resolvería todos los problemas humanos. Pero probablemente nos ayudaría también a identificar mejor que esos grandes problemas no son económicos ni políticos, sino éticos: egoísmo, discriminación, envidia, soberbia, codicia… Como decía Gandhi: “El mundo es suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos, pero siempre será demasiado pequeño para saciar la avaricia de algunos”.
   Esa es gente que sufre de una grave distorsión perceptiva: creen que los bienes materiales les servirán para llenar el vacío infinito que tienen en su corazón. Ya el Buda enunció en su Primera Noble Verdad que “la vida es insatisfacción”… y él, que era rico, fue suficientemente sabio para abandonar sus riquezas y buscar la solución en otro lado.

   Lo que presento aquí no es muy diferente a lo que Tomás Moro presentó en Utopía, y creo que Moro pensaba en los monasterios cuando escribió su libro: hay algunos detalles (cantidad de horas de trabajo, la disposición del comedor, etc.) que son iguales en los monasterios.
   Pero ciertos elementos de nuestra época ‒particularmente los problemas ambientales terminales que reconocen desde el Papa Francisco hasta Stephen Hawking‒ plantean una urgencia que en la época de Moro no tenían, y que parece imponernos el dilema: Utopía o Apocalipsis.[15]

Estas reflexiones continúan en: 

ECONOMÍA FRATERNA EN CONCRETO

ECONOMÍA FRATERNA: 3 HISTORIAS POSIBLES...





[1] Por supuesto, no trabajan los domingos; y ‒en el monasterio en que yo estuve­­­­‒ el sábado sólo se trabaja 4 horas, por la mañana.
[2] La familia de Jacob que entra en Egipto eran unas 70 personas: hoy esto es más que una PyME pues se considera tal hasta 50 personas. Y en la “unidad económica” que era la casa de mi abuelo paterno en Calabria eran casi autosuficientes: sólo tenían que comprar sal y fósforos.
[3] Por ejemplo: ya desde 2008 estamos en capacidad de producir alimentos para 12.000 millones de personas… en ese momento no éramos siquiera 7000 millones; y se calcula que para fin de siglo habrá unos 10.000 millones: véase en www.derechoalimentación.org, el informe 2008 “Hacia una nueva gobernanza de la seguridad alimentaria”, en p. 14. Y si lo ponemos en términos de dinero, en un reparto equitativo, a cada persona le corresponderían más de 10.000 dólares anuales, o sea que una familia de cuatro personas tendría unos 41.000 dólares al año: esto es lo que surge de dividir el producto bruto mundial, por la población mundial, según datos de 2016. Si lo comparamos con lo actual es todo un progreso: sobre datos del Banco Mundial, sabemos que “casi la mitad de la humanidad –unos 3000 millones de personas– viven con 2,50 dólares por día; y al menos el 80% de la población mundial vive con menos de 10 dólares por día.”  Shaohua Chen and Martin Ravallion, The developing world is poorer than we thought, but no less successful in the fight against poverty, World Bank, August 2008.
[4] Cuando las mineras que extraen oro contaminan el agua con arsénico y cianuro, los pobladores oponen la obvia afirmación: “sin oro podemos vivir; sin agua, no”.
[5] Un autobús ocupa el lugar de dos automóviles y puede llevar a unas treinta personas sentadas: en lugar de treinta automóviles con un conductor cada uno ­‒y treinta motores en marcha‒ tendríamos sólo un motor en marcha y quince veces más espacio en las calles.
[6] Un conductor de ómnibus o de camión que no esté descansado y lúcido puede provocar una tragedia; un obrero que trabaja apurado o sin elementos de seguridad puede morir o quedar mutilado de por vida.
[7] Según el informe de UNU-WIDER sobre “La Distribución Mundial de la Riqueza de los Hogares (de 2006) en el año 2000 el 1% más rico de la población mundial concentraba el 45% de la riqueza mundial; según el Credit Suisse, en 2015 ese 1% más rico pasó a tener más del 50% de la riqueza mundial; o sea que ese 1% es más rico que el otro 99%. Los datos pueden verse en: http://www.contexto.org/pdfs/WIDERdistribriqu.pdf (para WIDER) y en http://economia.elpais.com/economia/2015/10/13/actualidad/1444760736_267255.html
(para el Credit Suisse, en un informe del diario El País con enlace de descarga del documento completo en inglés, allí mismo).
Y el informe 2019 de la ONG Oxfam muestra que el problema se incrementa aún más: 
Las 26 persona más ricas del mundo poseen la misma riqueza que media humanidad
[8] Por “costos reales” entiendo el consumo de materias primas, energía, horas de trabajo, etc. Y respecto de la obsolescencia programada véase el documental de Cósima Dannoritzer: Comprar, tirar, comprar. La historia secreta de la obsolescencia programada. Se encuentra online en el sitio de la Radio y TV española (rtve).
[9] Hervé Kempf, Para salvar el planeta, salir del capitalismo, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2010, p.29.  En este texto se podrán encontrar muchas ideas semejantes a lo que presento, sobre todo en el diagnóstico de las distorsiones e injusticias de nuestro sistema actual.
[10] Se ha dicho que el dinero procedente de actividades delictivas y criminales ha impregnado de tal modo nuestro sistema financiero, que si se lo retirara, el sistema entero caería… con lo cual, en la actualidad el sistema nos hace rehenes o cómplices de estas mafias. Cf. el texto citado en la nota anterior, en sus pp. 33-35.
[11] Cuando uno ingresa a un monasterio disfruta de los bienes de la comunidad hasta el día en que fallece, y la comunidad misma se encarga de cuidar de sus ancianos.
[12] Estos datos sobre Islandia se pueden verificar fácilmente en la web.
[13] Una objeción ulterior que me han presentado a este punto es: ¿y no sería una intromisión en la vida privada de las personas ver qué y cuánto consumen? Mi respuesta es que ya hoy estamos mucho más controlados de lo que percibimos, y sin ningún beneficio para nosotros. Por otra parte, el control que propongo sólo se activaría en caso de un abuso manifiesto en relación a los consumos esperables de la persona o su grupo familiar (por ejemplo, en este caso, en lugar de la luz verde que mencioné se encendería una luz amarilla, que llevaría a un supervisor a hacer un par de preguntas discretas, pues quizás la persona puede explicar lo que parece un exceso: está organizando una fiesta importante en su casa, etc.).
[14] Son dichos de Jorge Fontevecchia, en su editorial El agotamiento, en el diario Perfil del 05 enero 2013
[15] Véase el libro La sexta extinción de Elizabeth Kolbert, ganadora del premio Pulitzer por este trabajo.

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