A la luz de la Palabra de Dios, podemos decir que Jesús
enriquece la categoría del “pobre del Señor” del Antiguo Testamento,
agregándole ese matiz familiar que ya surge de la misma palabra Abbá (= Papá) con la que Jesús se dirige
a Dios, y nos habla de Dios.
De hecho, en los
evangelios aparece con mayor frecuencia la palabra “niño” (5/4/4/0) o “pequeño”
(6/1/2/0) que “pobre” (2/0/3/0) para referir esa actitud espiritual de
confianza en Dios.[1]
¿Qué
características apreciables tiene el niño? Podríamos resumirlas en tres:
- El niño no cree
que “se las sabe todas”, sino que siempre está abierto a aprender…
- El niño responde
con amor, al amor que sus padres le prodigan primero…
O sea que el niño
no se considera superior (ni, mucho menos, supremo) ni en el saber, ni en el
amor, ni en el poder.
El que se hace como
niño, reconoce que su Abbá –revelado por
su hermano mayor, Jesús‒ es el Supremo en saber, amor y poder; y se siente
agraciado por la revelación, el amor y la salvación de Dios, que se comunican a
su vida concreta por medio del Espíritu Paráclito.
Dicho de otro modo, y con la doble categoría teológica que suelo usar como síntesis: también la humildad del hombre es un modo del don de sí mismo, que permite que el don de la Trinidad llegue al hombre, y que la Trinidad integre en su comunión a la persona humilde que se lo permite.
Y la Trinidad, que es Vida, Luz y Amor, llena con su salvación, su revelación y su amor las vidas de quienes se abren a ella como niños pequeños.
Y la Trinidad, que es Vida, Luz y Amor, llena con su salvación, su revelación y su amor las vidas de quienes se abren a ella como niños pequeños.
[1]
La secuencia numérica indica la cantidad de veces que aparece la palabra en
cada evangelio, según el orden usual: Mt/Mc/Lc/Jn. He tenido en cuenta cada vocablo
en singular y en plural (“niño” y “niños”, etc.), pero sólo cuando tiene esa
connotación espiritual (por ej. Mt 18,3: “Yo les
aseguro: si no cambian
y se hacen como los niños,
no entrarán en el
Reino de los Cielos”) y no cuando sólo es descriptiva de una edad (por
ej. Mt 2,11: “Entraron en la
casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron…”).
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