El filósofo escocés David Hume (1711-1786) “afirmaba” que “no percibimos causalidad sino sucesión”; esto es verdad respecto de “la percepción sensible” pues ella “no revela relaciones inteligibles”, pero “tratándose de la consciencia el asunto es diferente”.[1]
Esto se puede evidenciar
con un simple ejemplo. Supongamos que vamos caminando por un sendero en un
bosque y, de pronto, sentimos un fuerte golpe: “¡Bum!” y luego sentimos el
ronroneo de un motor: “Brrrr”. Enseguida sentimos otro fuerte golpe: “¡Bum!” y
de nuevo un ronroneo de motor: “Brrrr”. Y luego otro fuerte golpe: “¡Bum!”…
Llegados a un
recodo del camino, comenzamos a ver a un leñador cortando árboles con su
motosierra, y allí entendemos qué está pasando. Y, si repasamos la secuencia
sensible que nosotros percibimos con
nuestro oído: primero “¡Bum!” y luego “Brrrr”, podemos completarla y
corregirla con nuestra inteligencia
estableciendo que antes del primer golpe que escuchamos tuvo que haber un
ronroneo de motor que no escuchamos (porque aún estábamos lejos del lugar),
pues el árbol cae a causa de que se
lo corta con la motosierra.
Para ampliar el tema, podemos proponer un esquema panorámico de la interioridad humana.
Un esquema nunca agota la realidad, pero puede ayudar a entenderla. En el siguiente esquema
intento mostrar los distintos niveles de conocimiento y de tendencia que
tenemos los seres humanos:
|
Faculta de conocimiento |
Faculta de tendencia |
Nivel espiritual |
inteligencia |
voluntad |
Nivel psíquico |
Sentidos internos: imaginación,
estimativa, etc.[2] |
sentimientos |
Nivel sensitivo |
sentidos externos: vista,
oído, etc. |
instinto |
El nivel espiritual
es propiamente humano. Los niveles sensitivo y psíquico lo compartimos con los
animales, sobre todo los animales superiores: también el perro sueña
(imaginación) se pelea con el otro perro (sentimiento de ira); la perra cuida
de sus cachorros y los defiende (sentimientos de amor y coraje), etc.
[1] Bernard Lonergan, Método en Teología, Salamanca, 20064; p. 23 (original inglés de 1972).
[2] Hoy el tema de los sentidos internos casi
no es conocido; por eso se habla de la “inteligencia de los animales” cuando en
realidad se trata sólo de la estimativa… que también nosotros tenemos y usamos
cuando manejamos un vehículo, tocamos un instrumento musical, escribimos en el
teclado de la computadora o cocinamos: si a una cocinera que acaba de probar el
estofado y notó que le faltaba sal, le preguntás cuántos gramos de sal le
agregó, no sabe; pero "sabe" (de un modo pre-conceptual) que ya está bien, incluso aunque no lo pruebe de
nuevo: a “ojímetro” lo calculó. Eso es la estimativa: una combinación de
instinto y experiencia, que nos capacita para determinadas habilidades
concretas.
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