El 20 de agosto por la tarde, estuve primero en el Colegio Estrada de Banfield, y luego en la Parroquia Inmaculada Concepción de Monte Grande. Comparto aquí los powerpoint que usé en ambas comunidades.
domingo, 21 de agosto de 2022
lunes, 15 de agosto de 2022
María: Receptividad pura
El texto de “la visitación de María a su pariente Isabel” (Lc 1,39ss), que la liturgia católica nos propone hoy, es una muestra de una María que –en sintonía con aquello que su Hijo es en la eternidad– es “receptividad pura”.
¿Qué significa “receptividad pura”? Significa la capacidad de recibir el
don de Dios y no apropiárselo egocéntricamente, sino transformarlo inmediatamente en don. María
recibe en “la anunciación” (Lc 1,26ss) el don de la revelación de Dios y de su
vocación materna; el don de ser la Madre de Dios; el don del Espíritu que viene
sobre ella para hacerla fecunda. Y allí ya responde como “receptividad pura”,
entregándose con todo su ser a la acción y vocación divinas.
Pero su don no termina en Dios: se prolonga hacia los hermanos; y aquí
la beneficiada es Isabel y su familia.
Luego veremos en Jesús –el Hijo hecho hombre– esta “receptividad pura”
en su comportamiento filial respecto del Padre, y fraterno, respecto de los
hombres.
Y esto nos permitirá descubrir que el Hijo es “Receptividad Pura” desde
toda la eternidad, en su relación con el Padre: “Receptividad pura –más allá de toda
temporalidad y de toda distinción entre hipóstasis y operación–; una recepción
del don de Dios que no deja jamás de ser tal, pues no conoce la apropiación,
pues reenvía el don recibido en un inmediato absoluto”.[1]
¿Cuál es el templo cristiano según San Pablo?
En los textos indiscutidamente atribuidos a Pablo aparece siete veces la palabra “templo” (en griego: “naós”) referida al ámbito cristiano. Y las siete veces “templo” es aplicado, no a un edificio, sino a personas: seis veces Pablo dice que el templo de Dios es la comunidad cristiana (1Co 3,16s; 2Co 6,16), y una vez dice que el templo es el cuerpo del creyente (1Co 6,19).
Podemos agregar 1Co 9,13, donde la
palabra griega es “hierón” (única vez que Pablo usa esta palabra), y se refiere al Templo de Jerusalén. Y aquí no deja
de ser sugestiva la referencia, pues el paralelismo se hace con la comunidad de
los corintios, de la cual Pablo dice que es lícito recibir el sustento, como
los sacerdotes judíos lo obtienen del Templo. Con lo cual, de nuevo, se está
diciendo que el templo cristiano es la comunidad.
Finalmente, Ef 2,21, si bien es
considerada deutero-paulina, también coincide en usar “templo” para la
comunidad cristiana.
Copio los textos abajo, para facilitar un poco la percepción de lo dicho.[1]
1Co_3:16 ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el
Espíritu de Dios habita en vosotros?
1Co_3:17 Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios es sagrado, y
vosotros sois ese templo.
1Co_6:19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios,
y que no os pertenecéis?
2Co_6:16 ¿Qué conformidad entre el templo de Dios y el de los ídolos? Porque nosotros somos templo
de Dios vivo, como dijo Dios: Habitaré en medio de ellos y caminaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Ef_2:21 en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor.
“No deberíamos subestimar la importancia de la imagen de la morada y del templo (de Dios) para la identidad cristiana. En realidad, los étnico-cristianos ya no podían frecuentar los templos paganos (esto habría supuesto un retorno a la idolatría) ni podían entrar en el Templo de Jerusalén, por ser incircuncisos. Definir al grupo cristiano como morada o templo de Dios implica que ese grupo es el lugar donde Dios habita. La Iglesia se convierte entonces en el lugar en el que Dios puede ser encontrado y conocido, donde se ofrecen sacrificios que agradan a Dios, etc. ¡Inaudita vocación!”
“Pablo define a la comunidad en relación con Dios (campo, templo, casa de Dios), con Cristo (su fundamento) y con el Espíritu de Dios (que habita en ella). De las diferentes imágenes utilizadas en esta argumentación, la de la morada es la más fecunda, pues permite describir esta triple relación con Dios, con Cristo y con el Espíritu”.
(J. N. Aletti, Eclesiología de las Cartas de San Pablo, Estella (Navarra), España, 2012; p. 49)
[1] Fuera
de esto, en 1Co 8,10 se refiere a un templo (“naós”) dedicado a ídolos. Y en 2Ts
2,4 (cuya autoría paulina se discute) aparece la palabra “naós” de un modo inusual
en Pablo; la evocación de Dn 11,36 remite a Antíoco Epífanes y al Templo de
Jerusalén. Por otra parte, Pablo nunca usa el vocablo "skénés", que suele traducirse por "santuario", por ejemplo, en la Carta a los Hebreos.
domingo, 14 de agosto de 2022
Nuevo libro: La familia, misterio y discernimiento
Leandro Verdini comienza el texto con la parte bíblica. A mí me confiaron la reflexión teológico-sistemática. Con estas dos perspectivas queremos mostrar el misterio de la familia.
A continuación, María Martha Cúneo aporta una primera perspectiva teológico-moral, reflexionando sobre el discernimiento, sobre todo aplicado al acompañamiento de situaciones de fragilidad. Y corona el recorrido Paula Carman, retomando el tema del discernimiento, ahora aplicado a los hijos y su educación.
Espero que su lectura sea un aporte para reafirmar el valor de la primera comunidad humana y primera escuela de convivencia: la familia.
jueves, 4 de agosto de 2022
Jeremías y Jesús: 10 elementos en común
Sólo tres veces se menciona explícitamente al profeta Jeremías en el Nuevo Testamento, y las tres están en el Evangelio según San Mateo. Y también aquí Mateo muestra una arquitectura prolija, como la que manifiesta en todo su texto. La primera y la última citas aparecen en la primera y última partes de su evangelio, que tienen en común que son narrativas en su totalidad.[1] En ambos casos son citas de textos de Jeremías, en un caso vinculado con la matanza de los inocentes (2,17s) y en el otro, con la traición y muerte de Judas Iscariote (27,9s). Estas dos menciones de Jeremías quedan como marco de la mención que aparece como central, y que se refiere directamente a la persona del profeta, no a sus textos:
“Cuando Jesús llegó
a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dicen los
hombres que es el Hijo del Hombre?». Y ellos respondieron: «Unos, Juan el
Bautista; y otros, Elías; otros, Jeremías o alguno de los profetas».” (Mt
16,13s).
Esta mención de
Jeremías es exclusiva de Mateo: Marcos y Lucas no lo mencionan en sus pasajes
paralelos. Y como dijimos, está en un lugar central; no sólo por la posición
material dentro del evangelio; sino, sobre todo, porque está vinculada con la profesión de
fe de Pedro, cuyo preámbulo constituye.
A mi entender,
Mateo nos quiere iluminar algo de la persona de Jesús, relacionándolo con
Jeremías. ¿Qué tienen en común? Varios elementos:
1. Ambos anuncian a Israel una conversión radical, con una urgencia
que tiene carácter de ultimátum: el Pueblo de Dios se encuentra ante una
decisión histórica y aquello que decida establecerá cómo será su futuro:
salvación o condenación (Jr, 2,1ss; etc; Mt 21,33ss).
2. Pero su mensaje no se limita a Israel, sino que también se dirige a “las naciones” (Jr 1,5; Mt 28,19s)
3 y 4. Ambos aparecen como un “varón discutido y debatido por
todo el país” (Jr 15,10; Cf. Mc 6,14s; Jn 7,12), perseguidos por los sacerdotes del Templo y por las
autoridades civiles (Jr 18,18ss; 20,1ss; 26,1ss; Mt 2,16; 26,1ss…).
5. A ambos se los acusa de ser un peligro para el bienestar y el futuro del Pueblo de Dios, y algunos que detentan poder deciden que es mejor que mueran (Jr 38,1-4; Jn 11,47-50).
6. Ninguno de los dos es protegido por quien tiene la mayor autoridad, persona que se muestra débil ante las presiones de quienes quieren matarlos (el rey Sedecías en el caso de Jeremías: Jr 38, 5s; Pilato, en el caso de Jesús: Mt 27,24; Mc 15,6ss; etc.).
7. Ambos abrazan el celibato como un signo de los tiempos que les
tocan vivir: en Jeremías “significa la irrevocabilidad del juicio de Dios sobre
su pueblo”;[2] en
Jesús, está “profundamente vinculado a su entrega absoluta al reino de Dios”,
cuya llegada anuncia.[3]
8 y 9. Ambos anuncian la destrucción del Templo de Jerusalén (Jr 7,1ss; Mt 24,1s) y dicen que se ha convertido en “una cueva de ladrones” (Jr 7,11; Mt 21,13).
10. Jeremías anuncia una Nueva Alianza (Jr 31,31ss) que Jesús
lleva a consumación (Mt 26,28).