Todos
estamos consternados por la muerte de cinco jóvenes en una fiesta de música electrónica,
a causa del consumo de drogas. Más allá de otros análisis y procedimientos
necesarios o pertinentes, ofrezco una lectura de la situación desde la teología
espiritual.
El Buda dijo en su “Primera Noble Verdad”
que “La vida es sufrimiento”. Parece
excesivo... pero quizás él pensaba –no en un sufrimiento agudo– sino en un
dolor profundo y permanente. Y, en este sentido, podríamos decir que hay una
situación de insatisfacción profunda que marca a fuego la vida humana. Incluso,
podemos decir que esa insatisfacción es creciente a medida que pasa el tiempo,
pues las experiencias que antes nos satisfacían ya no lo hacen tanto... como
cantaba Mercedes Sosa: “El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos
y el amor no lo reflejo, como ayer”.
También C. S. Lewis dice que los placeres
físicos y los bienes materiales siguen la “ley del rendimiento decreciente”: la
misma experiencia produce cada vez menos placer.[1]
Para captar esto rápidamente –sin tener que esperar el paso de los años–
simplemente se puede hacer el siguiente experimento: si te dan a comer tu
comida preferida cinco veces seguidas –almuerzo y cena; desayuno, etc.–
enseguida te vas a hartar. Esto, que sucede rápidamente en una secuencia rápida,
sucede gradualmente con el paso de los años con todos los placeres físicos.
La tradición espiritual monástica observó
que la insatisfacción creciente que se produce en el plano físico
puede hacer que la persona se abra a una dimensión espiritual: la sabiduría, la armonía interior, la paz espiritual, la fe, el amor a Dios y los demás...[2] Y, dado que la insatisfacción que producen los placeres físicos naturales es gradual, le da tiempo a la persona para poder plantearse esto y comenzar –poco a poco– a experimentarlo.
puede hacer que la persona se abra a una dimensión espiritual: la sabiduría, la armonía interior, la paz espiritual, la fe, el amor a Dios y los demás...[2] Y, dado que la insatisfacción que producen los placeres físicos naturales es gradual, le da tiempo a la persona para poder plantearse esto y comenzar –poco a poco– a experimentarlo.
Las drogas que hemos inventado los humanos
son placeres físicos artificiales, que han abierto una bifurcación donde no la había:
huyendo de la insatisfacción, la persona puede tomar un camino de “aumento de
la dosis” para compensar la “ley del rendimiento decreciente” que puede
terminar siendo mortal (cosa que no ocurre con los placeres naturales:
normalmente nadie se muere por un exceso en la comida o en el ejercicio de la
sexualidad... sólo obtiene mayor insatisfacción aún).
Esto también plantea otro aspecto del mismo tema:
me parece que los excesos en el alcohol, las drogas, etc. que vemos en nuestros
jóvenes, en muchos casos son un anestésico... y uno necesita anestesia cuando tiene un gran
dolor: ¡Qué dolor tan grande tienen estos jóvenes que se anestesian hasta
perder la conciencia e incluso la vida! En este “Año de la Misericordia” al que
nos invita Francisco, éste es un tema mayor a considerar y encarar.
Concluyendo: la experiencia religiosa,
filosófica y mística de la humanidad parece mostrar que hay que bancarse la
insatisfacción en el camino –que es una peregrinación– pues la satisfacción definitiva
sólo se alcanza en la meta.
Y unas frases para pensar:
– “Entiendo
por religión, no ya un conjunto de ritos y costumbres, sino lo que está en el
origen de todas las religiones, poniéndonos cara a cara con el Creador”
(Gandhi).
– “Quien
busca el amor, obtiene el amor y el placer del amor; quien busca sólo el
placer, se queda sin amor y sin placer” (San Bernardo).
– “Sólo
Dios sacia” (Santo Tomás de Aquino).
– “Felices
los misericordiosos porque alcanzarán misericordia. Felices los que tienen un
corazón puro, porque verán a Dios” (Jesús).
[2] De hecho,
en algunas pedagogías espirituales se le daban a la persona tres libros
sapienciales sucesivamente, a medida que iba creciendo espiritualmente: primero
Proverbios, para que empiece a
ordenar su vida; luego, Eclesiastés,
para que aprenda que todo es “vanidad de
vanidades” pues “no hay nada nuevo bajo el sol”; finalmente, se le invitaba a
ir “más allá del sol” con la lectura alegórica del Cantar de los Cantares, que expresa la búsqueda y el encuentro con
Dios.
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