jueves, 19 de mayo de 2016

Parábolas sobre la Trinidad 1

   Se acerca la solemnidad litúrgica que celebra a la Santísima Trinidad. Con este motivo, les compartiré hoy -y en los días siguientes- algunos recursos para meditar sobre la Trinidad divina.
 

La parábola de “El abrazo de los ángeles”

             Yo me preguntaba qué sería el amor.
            Miré enfrente, y vi tres amigos estrechándose en un gran abrazo: vi tres amigos y un solo abrazo; tres amigos y una sola amistad que los une. En cierto modo son tres, y en cierto modo son uno, sin dejar de ser tres.
            Luego miré por encima de mí, y vi tres ángeles uniéndose en un profundo abrazo: los tres en uno, sin dejar de ser tres. Comunión de tres, sin fusión pero sin separación.
            Y miré aún más arriba, a lo más alto del Cielo, y vi al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: Tres Infinitos en una sola Infinitud; Tres Infinitos en un solo abrazo infinito. Inconfundibles e Inseparables; profundamente distintos y profundamente unidos.
            Y entendí qué es el Amor.

 

Explicación de la parábola

            La Santísima Trinidad no es un problema matemático, sino un Misterio de Amor.
            Por eso, aún con la precariedad que implica, el mejor acceso que tenemos al misterio de la Divina Trinidad, son las experiencias de amor que conocemos o vislumbramos.
            En primer lugar, las experiencias humanas de amor. Pues, cuando las personas humanas nos amamos con amor verdadero, no sólo no perdemos nuestra propia identidad, sino que la identidad personal de cada uno es reforzada y se desarrolla en esa


 comunión de amor. Es algo parecido a lo que sucede con los diversos miembros y órganos del cuerpo humano, donde cada uno es distinto, y cada uno aporta al conjunto aquello que le es propio, y todo el conjunto se beneficia (cf. 1ª Corintios 12, 12 a 13, 13).
      En el ejemplo de la parábola se trata de tres amigos y una sola amistad: en cierto modo son uno, sin dejar de ser tres. (Y es distinto al caso de una persona que tiene dos amigos que no se conocen entre sí: en este caso tendríamos que hablar de dos amistades, que una persona tiene con otras dos).
            Ahora bien, los seres humanos estamos compuestos de espíritu y materia, alma y cuerpo. Y nuestra corporalidad, que por una parte es “posibilidad de abrazo”, por momentos se nos vuelve “límite del abrazo”. Me refiero a esos momentos donde el amor es tan intenso y profundo que quisiéramos “entrar en la otra persona”... y la materia corporal lo impide.
            Pero los ángeles no tienen cuerpo. Por eso, si tres ángeles se abrazan, pueden estar “el uno en el otro” sin dejar de ser tres: es la comunión –sin fusión pero sin separación– de tres personas distintas. No se trata de una fusión, pues en este caso los elementos originales desaparecen para dar lugar a un nuevo elemento, que no es ninguno de los originales (como se funden el cobre y el estaño, para formar el bronce). En la comunión, en cambio, la unidad no anula la diversidad, ni la diversidad divide la unidad.
            Y para considerar lo que sucede con las Tres Personas Divinas debemos elevarnos aún más. Pues los ángeles, aunque son personas puramente espirituales –y en esto se parecen a las Personas Divinas–, también son seres creados y limitados como nosotros. En cambio, las Tres Personas Divinas son Eternas e Infinitas: Tres Infinitos en una sola Infinitud, Tres Infinitos en un abrazo eterno e infinito.
            Y son Tres Inseparables pero, al mismo tiempo, Inconfundibles, pues son muy distintos: uno es el Padre, otro es el Hijo, y otro el Espíritu Santo. El Padre no es engendrado por nadie, y es el Padre quien engendra al Hijo. Y el Espíritu Santo no es engendrado (pues en este caso sería un “segundo hijo”), sino que procede del Padre y del Hijo. El Padre no es enviado al mundo, sino que Él envía a su Hijo, y el Padre y el Hijo envían el Espíritu Santo.
            La Santísima Trinidad: Misterio de Infinita Comunión, que nos convoca a la comunión con Ella y entre nosotros, pues hemos sido creados “a su imagen y semejanza” (ver Génesis 1, 26-27), es decir, creados “para la comunión en la verdad y en el amor”.


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