sábado, 24 de diciembre de 2016

Navidad también es "don de sí mismo" y "comunión"

  

   El Hijo de Dios, al hacerse hombre, realiza un "don de sí mismo" extremo, pues "Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía retener codiciosamente: al contrario, se vació de sí mismo, tomando la condición de servidor, haciéndose semejante a los hombres" (Flp 2, 6-7). Y la liturgia de Navidad canta este misterio:
    "Hoy la Virgen da a luz al Eterno.   
    Y la tierra ofrece una gruta al Inaccesible.
    Los ángeles y los pastores le alaban
    y los Magos avanzan con la estrella:
    Porque Tú ha nacido por nosotros,
    Niño pequeño ¡Dios eterno!" (CCE 525).
   Y, el fruto de este "don de sí mismo" extremo, es una comunión con todos los hombres, radicada en la misma naturaleza humana: "El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado" (GS 22c). Pues “en realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación…  Él que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual” (GS 22ab).
   De este modo, la Persona Divina del Hijo de Dios realiza el don de sí mismo a los seres humanos y la comunión con ellos en el nivel del ser, en el plano ontológico.
   Luego, ya desde su vida pública y culminando en su Misterio Pascual, también realizará esta doble clave en el nivel del obrar, en el plano de la acción.

domingo, 18 de diciembre de 2016

La misericordia y la comunión


   Hay una complementariedad entre la misericordia y la comunión.
   Ya en el Antiguo Testamento se puede ver esa complementariedad entre la Promesa hecha a Abraham y la Alianza celebrada con Moisés. Pues la Promesa es unilateral: Dios se compromete a bendecir a Abraham y su descendencia… y ellos no tienen que hacer nada: todo es gracia y misericordia. En cambio, con Moisés, el pueblo es convocado a hacer una Alianza con Dios, en la cual el pueblo se compromete a ser fiel a Dios, a vivir según su Palabra, a rendirle culto sólo a Él. La Alianza es bilateral y eleva al pueblo a una dignidad increíble: una relación viva con el Dios vivo. Porque “relación” significa “ida y vuelta”, es decir, un vínculo bilateral (aunque sea asimétrico, como siempre lo es la relación con Dios).
   Como muestra Pablo en la Carta a los Gálatas (3,17 y su contexto), la Alianza “que llega cuatrocientos treinta años después” no anula la Promesa: la misericordia sigue siendo el fundamento de la relación del hombre con Dios; pues si el hombre falla, Dios sigue siendo misericordioso con él y lo convoca a la conversión y le concede el perdón. Pero Dios convoca al hombre a algo más que ser mero receptor pasivo de la gracia, pues la gracia es transformante y eleva al hombre a la posibilidad de la comunión con Dios en la fe, la esperanza y el amor.
   Este poder transformante de la gracia también lo expresa Pablo con mucha fuerza: a diferencia del brillo del rostro de Moisés que se diluía rápidamente (y por eso se cubría el rostro con un velo), “nosotros que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu” (2 Cor 3,18).
   Esta fuerza transformante de la gracia no es otra cosa que la fuerza de la resurrección de Jesús actuando en nosotros que somos miembros de su Cuerpo: “Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo resucitó de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva” (Rom 6,4). Y esta vida nueva se expresa en “el fruto del Espíritu que es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí” (Gál 5, 22s). Y en la oración “también el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rom 8,26), porque “Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!” (Gál 4,6).
   Por eso podemos decir que nuestra vida espiritual tiene su principio (y su reaseguro permanente) en la misericordia divina y tiene su consumación en la comunión escatológica con la Trinidad y la comunidad de los salvados, en la Jerusalén celestial (cf. Ap 21 y 22); y esa consumación está anticipada ya en la comunión con Dios que tenemos mediante su gracia y las virtudes de la fe, la esperanza y el amor.



martes, 13 de diciembre de 2016

Libro recomendable: Cartas del diablo a su sobrino

 

   Este libro del genial C. S. Lewis es un catecismo al revés: un diablo experto enseña a su sobrino el modo de tentar a los humanos.
    El libro consta de 31 cartas de una supuesta correspondencia diabólica, y no tienen título sino sólo número de orden, pero –al leerlas‒ uno descubre que cada carta trata algún tema: la familia, el trabajo, la fe, la oración…
   En el momento de su publicación fue un best-seller increíble: tuvo 11 ediciones en dos años; o sea: se volvía a imprimir… ¡cada dos meses!
   Como opinión personal: es uno de los mejores libros que he leído, tanto por la originalidad de la idea y de las perspectivas, como –sobre todo‒ por la profundidad del contenido, que manifiestan a una persona que conoce los caminos (y los recodos) de la mística.
   Como botón de muestra vaya este fragmento de la Carta IV sobre las tentaciones en la oración, en que el tío aconseja a su inexperto sobrino (texto en que "el Enemigo", naturalmente, es Dios):
   “Si esto falla, debes recurrir a una forma más sutil de desviar sus intenciones. Mientras estén pendientes del Enemigo, estamos vencidos, pero hay formas de evitar que se ocupen de Él. La más sencilla consiste en desviar su mirada de Él hacia ellos mismos. Haz que se dediquen a contemplar sus propias méritos y que traten de suscitar en ellas, por obra de su propia voluntad, sentimientos o sensaciones. Cuando se propongan solicitar caridad del Enemigo, haz que, en vez de eso, empiecen a tratar de suscitar sentimientos caritativos hacia ellos mismos, y que no se den cuenta de que es eso lo que están haciendo. Si se proponen pedir valor, déjales que, en realidad, traten de sentirse valerosos. Cuando pretenden rezar para pedir perdón, déjales que traten de sentirse perdonados. Enséñales a medir el valor de cada oración por su eficacia para provocar el sentimiento deseado, y no dejes que lleguen a sospechar hasta qué punto esa clase de éxitos o fracasos depende de que estén sanos o enfermos, frescos o cansados, en ese momento”.



martes, 6 de diciembre de 2016

Película recomendable: Ser digno de ser

   Ahora que nos acercamos al verano y podemos tener un poco más de tiempo para esparcimiento, comienzo con una nueva sección: Recomendables. Aquí pondré películas, libros, etc. que me parecen que nos pueden sumar algo bueno.
   En este caso, se trata de una película que contiene muchos elementos de importancia: el amor de las madres, la fuerza de la vida, la superación de los conflictos, la convivencia con lo distinto... y -a mi parecer- esta película tiene el final más impresionante que he visto. Todo esto en el contexto de un hecho histórico relevante, como suele suceder con grandes películas (desde "Lo que el viento se llevó" a "Doctor Zhivago" o "Medianoche en París") .
   El título original (francés) es  Va, vis et deviens (algo así como "Ve, crece y llega a ser"); y juega con la frase latina de Julio César: Veni, vidi, vici. Pero en el caso de la película, es el mandato que el hijo recibe de su madre, y no un informe en primera persona. Por su parte, el título en castellano no dice lo mismo, pero expresa con fuerza el contenido.
   En estos momentos se la puede encontrar en youtube en el siguiente enlace:
Película: Ser digno de ser