miércoles, 25 de mayo de 2016

“Corpus Christi” también es “don de sí mismo” y “comunión”



  Las dos claves teológico-espirituales que propongo en mi síntesis también sirven para contemplar los “misterios sagrados” que son los sacramentos, en especial la Eucaristía.
  Pues en los dos sacramentos principales –que se complementan como el “sacramento-base” y el “sacramento-cumbre”– también encontramos las dos claves mencionadas.
   Pues el Bautismo es don de sí por la “inmersión “en Cristo»” y por la “muerte a la vida vieja”; y es el sacramento de la unidad de todos los cristianos (cf. CCE 838 y 1271).
   Y la Eucaristía –que en sí misma es un don inefable– a su vez es memorial del don de Jesús en el sacrificio del Calvario. Al mismo tiempo, la Eucaristía es presencia real de Jesús entre nosotros, que posibilita la comunión con Él (y “con Él, por Él y en Él” con la Trinidad entera) y entre nosotros.

viernes, 20 de mayo de 2016

La Persona-Amor: una meditación sobre los hijos y el Espíritu Santo



La relación existente entre la persona del hijo en el matrimonio y la Persona del Espíritu Santo en la Trinidad, merece una meditación complementaria.
   Antes de que nazca el primer hijo, el amor del matrimonio ya es muy rico, pues es comunión, sentimiento, vínculo, alianza, sacramento...  
   Pero cuando nace el primer hijo sucede algo maravilloso: vemos que nuestro amor se ha hecho persona. Nuestro amor ha tomado consistencia propia, y está ante nosotros con su propia identidad.
Tiene algo de tí, y tiene algo de mí; pero no es ni tú, ni yo: es él.
Es otro, pero es uno de nosotros.
Es una tercera persona, pero no ha venido “de fuera”, sino que ha surgido “de dentro” de las dos personas que lo preceden, y como expresión de su amor.
   Y, por eso, podemos decir que el hijo –como tercera persona en la familia– es “imagen y semejanza” de la Tercera Persona Divina. 
   Pues el Espíritu Santo es la Persona Divina en Quien el Amor del Padre y del Hijo es consistencia personal, con su propia identidad. Y el Espíritu Santo no es ni el Padre, ni el Hijo: es Él mismo. Es Otro, en ese Nosotros Trinitario. Y, esta Tercera Persona no ha venido “de fuera”, sino que procede de las Otras Dos: es la Persona-Amor.
   Es fascinante contemplar cómo la Trinidad deja su huella maravillosa en todo lo que hace.[1]


(Texto tomado de mi libro Meditaciones sobre la Trinidad, Buenos Aires, 2010 (2ª ed); pp. 94-95... y levemente modificado: la vida continúa... ).


[1] Incluso se podría ver una lejana reminiscencia de lo masculino y lo femenino, en el Padre que “se da”  y el Hijo que es “receptivo”; y todo esto, sin que menoscabe la igualdad de dignidad y la unidad de naturaleza (ver Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I, 27, 2, ad 3 y I, 42, 1); de modo semejante a como "ser mujer" o "ser varón" son los dos modos concretos de "ser humano" y ambos tienen la misma naturaleza y la misma dignidad de personas humanas.

Tomo I de mi tesis sobre Trinidad online.

En el repositorio digital de la UCA está el Tomo I de mi tesis doctoral -que trata sobre la Trinidad en el Catecismo de la Iglesia Católica- con "acceso abierto" para poder leerlo o bajarlo, desde el siguiente link: Tomo I de mi tesis

Parábolas sobre la Trinidad 2: La parábola de “la torta y el conocimiento”



   Si en un grupo alguien lleva una torta para compartir, no queda más remedio que dividirla en porciones y cada uno recibe una porción.
   De este pequeño evento particular podemos derivar una especie de definición general: “Para compartir las cosas materiales es necesario dividirlas, y cada uno recibe una parte”.
   Pero con las realidades espirituales no sucede así. Y aquí hay que aclarar que cuando digo “realidades espirituales” no me refiero a nada religioso ni sobrenatural: los seres humanos somos un compuesto de espíritu y materia, y hay realidades humanas que son fundamentalmente espirituales, como el conocimiento.
   Cuando alguien comparte conocimientos –un docente en una clase, por ejemplo–  no los pierde; y cada persona que los recibe puede llevarse la totalidad de lo que el docente comparte. Por lo tanto, aquí sucede al contrario que en el caso anterior: las realidades espirituales, al ser compartidas… ¡se multiplican!
   O, precisando (un poco) el lenguaje para que nos sirva para el misterio de la Trinidad, podemos decir que “Una realidad espiritual puede ser poseída por distintas personas, simultánea y totalmente”.
   Cuando recordamos que la “naturaleza divina” es espiritual, podemos reflexionar así: Dios Padre que es “la fuente y el origen de toda la divinidad” (CCE 245) le comunica la divinidad al Hijo –sin perderla, como el docente comunica conocimientos sin perderlos- y así engendra al Hijo, que es “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, de (o desde) la misma naturaleza del Padre”.
   Y algo semejante sucede en la comunicación que el Padre y el Hijo hacen al Espíritu Santo.
   De este modo, podemos contemplar un poco cómo es que: “Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios” porque “"Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina” (CCE 253).

jueves, 19 de mayo de 2016

Dos Power Point sobre la Trinidad

En los siguientes enlaces encontrarás dos presentaciones en Power Point sobre la Trinidad. Copiando y pegando la dirección electrónica en tu navegador, accederás a la presentación en cuestión.

La primera comienza con Jesús y el misterio pascual (al modo de G. Lafont y H. U. Von Balthasar) para luego ver toda la existencia de Jesús desde la Encarnación misma (al modo de K. Rahner) para desembocar en la Trinidad (al modo que -en general- ha adoptado la teología católica contemporánea desde los 60: comenzar desde la "historia de la salvación" para elevarnos a la contemplación de la Trindad eterna... o: desde la "economía" a la Trinidad inmanente). En esta exposición trabajo con la doble clave que yo uso en mi propia síntesis teológica: "don de sí mismo" y "comunión". La presentación termina mostrando cómo la misma estructura del Catecismo de la Iglesia Católica puede leerse desde esta doble clave que propongo. Esta primera presentación está en:
Don de sí mismo y Comunión

La segunda presentación comienza con una contemplación del ícono de Rublev (cuya explicación, al menos en parte, se encuentra en este mismo blog, en la solapa "El ícono"), para luego considerar la realidad de la Comunión divina y la comunión humana y sus consecuencias. Allí propongo una definición de la persona humana como "sujeto relacional" (basada en la definición de Persona Divina de Santo Tomás: "Relación subsistente"). Luego, algunos textos del Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, que muestran a la Trinidad como la Suprema Realidad Social; una reflexión mía sobre la persona como "Ser Don" y finalmente textos de Francisco en Evangelii Gaudium que nos habla de la Trinidad y de la Iglesia-Comunión.
Y esto lo encontrarás en:
Comunión divina y comunión humana


Parábolas sobre la Trinidad 1

   Se acerca la solemnidad litúrgica que celebra a la Santísima Trinidad. Con este motivo, les compartiré hoy -y en los días siguientes- algunos recursos para meditar sobre la Trinidad divina.
 

La parábola de “El abrazo de los ángeles”

             Yo me preguntaba qué sería el amor.
            Miré enfrente, y vi tres amigos estrechándose en un gran abrazo: vi tres amigos y un solo abrazo; tres amigos y una sola amistad que los une. En cierto modo son tres, y en cierto modo son uno, sin dejar de ser tres.
            Luego miré por encima de mí, y vi tres ángeles uniéndose en un profundo abrazo: los tres en uno, sin dejar de ser tres. Comunión de tres, sin fusión pero sin separación.
            Y miré aún más arriba, a lo más alto del Cielo, y vi al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: Tres Infinitos en una sola Infinitud; Tres Infinitos en un solo abrazo infinito. Inconfundibles e Inseparables; profundamente distintos y profundamente unidos.
            Y entendí qué es el Amor.

 

Explicación de la parábola

            La Santísima Trinidad no es un problema matemático, sino un Misterio de Amor.
            Por eso, aún con la precariedad que implica, el mejor acceso que tenemos al misterio de la Divina Trinidad, son las experiencias de amor que conocemos o vislumbramos.
            En primer lugar, las experiencias humanas de amor. Pues, cuando las personas humanas nos amamos con amor verdadero, no sólo no perdemos nuestra propia identidad, sino que la identidad personal de cada uno es reforzada y se desarrolla en esa

sábado, 14 de mayo de 2016

El Espíritu Santo, Persona Divina



   Hubo dos grandes carencias en la espiritualidad occidental en los últimos siglos: la Trinidad, y el Espíritu Santo en particular... y ambas carencias se realimentan: no considerar al Espíritu como Persona Divina impide ver a la Trinidad como Comunión de Personas.

   Por eso, aprovechando la celebración de Pentecostés podemos reforzar nuestro conocimiento y nuestra relación con la Tercera Persona Divina... que es la primera con la que nos encontramos en nuestra vida, aunque en ese momento no nos demos cuenta por la delicadeza y humildad del Espíritu; como decía ya San Ireneo: “sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo”.[1]

   Para ayudar a ese conocimiento y esa relación con el Espíritu Paráclito, les comparto algunos textos (comentados) de “Los Hechos de los Apóstoles” en que vemos al Espíritu hablando en primera persona... textos que nos muestran que –después de la Ascensión de Jesús– el Espíritu Santo es el conductor de la misión de la Iglesia:



1. “El Espíritu Santo dijo a Felipe: «Acércate y camina junto a su carro».” (Hch 8,29). Y el etíope que iba en el carro será el primer bautizado que no es de raza judía: el Espíritu Santo comienza a abrir la Iglesia a los paganos. Notemos, además, que el Espíritu Santo no sólo habla –por lo tanto, es persona– sino que dirige y ordena la misión... como Jesús lo hacía mientras estaba físicamente entre nosotros (ver Lc 9, 1-6; 10, 1-16). Por tanto, es Persona Divina, como lo es el Hijo.



2. “...el Espíritu Santo le dijo [a Pedro]: «Allí hay tres hombres que te buscan. Baja y no dudes en irte con ellos, porque soy yo quien los he enviado».” (Hch 10, 19-20). El Espíritu sigue abriendo la puerta a los paganos, y ordena a Pedro ir a casa del centurión Cornelio. El etíope del texto anterior no era de raza judía, pero era un “prosélito”, es decir, practicaba la Ley de Moisés. En cambio, Cornelio ni siquiera realiza esto. Por eso, Pedro tiene sus dudas en 

viernes, 6 de mayo de 2016

Drogas, insatisfacción y Dios



   Todos estamos consternados por la muerte de cinco jóvenes en una fiesta de música electrónica, a causa del consumo de drogas. Más allá de otros análisis y procedimientos necesarios o pertinentes, ofrezco una lectura de la situación desde la teología espiritual.
   El Buda dijo en su “Primera Noble Verdad” que “La vida es sufrimiento”. Parece excesivo... pero quizás él pensaba –no en un sufrimiento agudo– sino en un dolor profundo y permanente. Y, en este sentido, podríamos decir que hay una situación de insatisfacción profunda que marca a fuego la vida humana. Incluso, podemos decir que esa insatisfacción es creciente a medida que pasa el tiempo, pues las experiencias que antes nos satisfacían ya no lo hacen tanto... como cantaba Mercedes Sosa: El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos y el amor no lo reflejo, como ayer”.
   También C. S. Lewis dice que los placeres físicos y los bienes materiales siguen la “ley del rendimiento decreciente”: la misma experiencia produce cada vez menos placer.[1] Para captar esto rápidamente –sin tener que esperar el paso de los años– simplemente se puede hacer el siguiente experimento: si te dan a comer tu comida preferida cinco veces seguidas –almuerzo y cena; desayuno, etc.– enseguida te vas a hartar. Esto, que sucede rápidamente en una secuencia rápida, sucede gradualmente con el paso de los años con todos los placeres físicos.
   La tradición espiritual monástica observó que la insatisfacción creciente que se produce en el plano físico