miércoles, 20 de julio de 2016

El Amigo Divino: el Espíritu Santo



   Cuando Jesús deja de estar físicamente entre nosotros, nos envía al Espíritu Santo. En la Última Cena, Jesús nos expone las actividades que desarrollará el Espíritu Santo después que Él –el Hijo– vuelva junto al Padre:

1. Estará presente: “...Yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.” (Jn 14, 16-17).

2 y 3. Enseñará y recordará: “...el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.” (Jn 14,26).

4. Dará testimonio: “Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.” (Jn 15,26).


 

5. Presentará pruebas: “...Les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio...” (Jn 16, 7-8).

6 y 7. Nos conducirá a la Verdad y glorificará al Hijo: “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes».” (Jn 16, 12-15).


Estas siete actividades que realizará el Paráclito continúan las actividades que el Hijo realizaba mientras estaba físicamente con nosotros: Jesús estaba con nosotros y nos acompañaba (ver Jn 1,14), nos enseñaba (ver 7,14), daba testimonio (ver 18,37), probaba su origen divino con “los signos que realizaba” (ver 2,23), nos conducía (ver 10, 2-4.16) y glorificaba al Padre (ver 17,4). Ahora que el Hijo vuelve al Padre, el Espíritu Santo Paráclito continúa la acción del Hijo en la historia. Y, si el Paráclito hace todo lo que el Hijo hacía –incluso enseñar y dar testimonio–, es Persona Divina tanto como el Hijo.[1]
Por otra parte, el mismo título de Paráclito es indicativo de la identidad de la Tercera Persona Divina. Pues Paráclito significa literalmente “el que es llamado para estar al lado (de uno)”. Y tiene fundamentalmente dos sentidos: el de “abogado defensor” que es “llamado para estar al lado” de uno, cuando se necesita asistencia legal;  y, sobre todo, el de “amigo”, que es aquel a quien “llamamos a nuestro lado” cuando necesitamos ayuda, consejo o consuelo.[2] De este modo, la Tercera Persona Divina se manifiesta como Dios Amigo.[3]
Y así contemplamos que la Trinidad nos ama con tres formas de amor: Dios Padre, con amor paterno; Dios Hijo, nuestro Hermano, con amor fraterno; y Dios Espíritu Santo, con amor de amistad. El Espíritu Santo es Dios Amigo, que nos acompaña en el camino de la vida, nos aconseja con su Sabiduría Divina y nos fortalece en las dificultades.



[1] Por otra parte, el hecho de que Jesús hable de una “blasfemia contra el Espíritu Santo” (Mt 12,31, etc.) implica que el Espíritu Santo es Dios. Pues las palabras “blasfemia” y “blasfemar” se usan en la Biblia con referencia a Dios, y nunca se usan estas palabras sin que haya una referencia a Dios, al menos implícita. Incluso –en un par de casos– se usan para falsas divinidades, pero que son tenidas por verdaderas por aquellos que hablan: en Dn 14,8 (para Bel) y en Hch 19,37 (para Artemisa). Además, en el contexto, se pone al Espíritu Santo en paralelismo tanto con “el Hijo del Hombre” (Mt 12,32) cuanto con “Beelzebul” (Mt 12, 27-28), y ambos son personas.
[2] El prestigioso Louw-Nida Lexicon nos dice respecto de “Paráclito” que significa: “alguien que puede ser llamado para prestar asistencia o auxilio” y  “que ayuda, consuela, alienta, intercede, asiste” (LNL 12:19).
[3] Además, el sustantivo griego “Paraklétos” “no es neutro” lo cual “hace posible” aplicarle “una serie de pronombres personales”. (Brown, Raymond, Las Iglesias que los Apóstoles nos dejaron, Bilbao, 19862; p. 105). Un dato más –esta vez, desde la concreta gramática– que vuelve a indicar que el Espíritu es Persona.







[1] Por otra parte, el hecho de que Jesús hable de una “blasfemia contra el Espíritu Santo” (Mt 12,31, etc.) implica que el Espíritu Santo es Dios. Pues las palabras “blasfemia” y “blasfemar” se usan en la Biblia con referencia a Dios, y nunca se usan estas palabras sin que haya una referencia a Dios, al menos implícita. Incluso –en un par de casos– se usan para falsas divinidades, pero que son tenidas por verdaderas por aquellos hablan: en Dn 14,8 (para Bel) y en Hch 19,37 (para Artemisa). Además, en el contexto, se pone al Espíritu Santo en paralelismo tanto con “el Hijo del Hombre” (Mt 12,32) cuanto con “Beelzebul” (Mt 12, 27-28), y ambos son personas.

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