miércoles, 26 de diciembre de 2018

Y el Lógos se hizo carne y habitó entre nosotros...


   Una lectura central de la liturgia navideña es Jn 1,1ss, que se suele llamar el Himno a la Palabra de Dios. Pero, en realidad, el vocablo “Palabra” no es el mejor para traducir el texto griego de Juan que dice “Lógos”. Una de las razones principales es que la “palabra” tiene algún elemento material: si es palabra escrita tiene imagen, si es palabra hablada tiene sonido. En cambio, el “lógos” es completamente espiritual (también en el texto de Juan) hasta que en el v. 14 dice: “y el Lógos devino carne y acampó entre nosotros”.
   “Lógos” significa idea, pensamiento, discurso, conocimiento, ciencia... y, también, sabiduría, (entre otras acepciones). Y dado que este himno joánico se inscribe en la tradición de los himnos a la Sabiduría divina que comienza en el Antiguo Testamento (de hecho la palabra “acampó” del v. 14 se relaciona con Eclesiástico 24,8) quizás la mejor palabra en castellano para traducir el “lógos” de Jn 1 sería “sabiduría”: “En el principio existía la Sabiduría, y la Sabiduría estaba hacia Dios y la Sabiduría era la divinidad”.
   Personalmente, y dada la riqueza de la palabra griega, prefiero trasladarla sin traducirla: “En el principio existía el Logos, y el Logos estaba hacia Dios, y el Logos era la divinidad”.
   Por otra parte, este Lógos divino no permanece solamente en el interior de la divinidad, sino que se vuelca en la creación del mundo: “Todo se hizo por medio de Él (el Lógos) y sin Él no se hizo nada... estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por Él…” (Jn 1,3.10). Hay, entonces, una impronta lógica en las realidades creadas por Dios. Y aquí podemos hacer una ampliación trinitaria, buscando contemplar la acción de las Tres Personas en la creación: cada ser está dotado de “ser, diseño y dinamismo” o también de “firmeza, verdad y bondad propias” (GS 36,2) lo cual nos puede remitir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Pensemos por ejemplo en un átomo: existe, tiene un diseño y tiene dinamismo… y todo eso conforma la realidad única del átomo. Y también cada uno de nosotros tiene su existencia, su diseño de origen (tanto físico como espiritual) y su vida y dinamismo…

Dos derivaciones teológicas del texto:

1. Dios es lógico. Dado que el Lógos está en Dios y es la divinidad, Dios no es álogo. La lógica divina, obviamente, superará infinitamente a la lógica humana (y sobre todo a alguna de ellas, como la “lógica del mercado”). Pero Dios no es absurdo, ni absolutamente incomprensible para el hombre. Con lo cual no hay lugar para una “fe ciega”, sino que lo que corresponde es una fe lúcida, por la cual el conocimiento humano va entrando en sintonía con la Sabiduría divina…

2. Las realidades del mundo tienen su naturaleza propia. El concepto de "lógos" que usa Juan para designar a la Persona del Hijo en su existencia eterna, lo usa el pensamiento clásico para designar el diseño que encuentra en las realidades del mundo. El nexo entre una dimensión y la otra lo hace el propia texto joánico en los versículos 3 y 10 que citamos: el Lógos divino pone su impronta lógica ‒de diseño, de forma, de figura‒ en las realidades que son creadas. A la luz de este texto joánico parece muy difícil poder renunciar al concepto de naturaleza, como hacen algunas filosofías contemporáneas que sostienen que todo es construcción cultural…

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