miércoles, 5 de enero de 2022

Un testimonio del siglo III de cómo se comportaban los cristianos ante una peste

 “Cuando, hacia el año 260, la peste asoló Alejandría, el obispo del lugar, Dionisio, escribió en una carta:

   «Puesto que muchísimos de nuestros hermanos, en amor y benevolencia eximios, no pensaron en sí mismos, sino que aceptaron sin temor a los enfermos, los atendieron solícitamente y los sirvieron en Cristo, murieron como estos, muy alegres, contagiados por el sufrimiento de otros, contrayendo la enfermedad de sus semejantes, aceptando voluntariamente sus dolores.

   De esta manera perdieron la vida los más hábiles de nuestros hermanos: sacerdotes, diáconos, laicos.

   Porque tomaron en sus brazos y en sus regazos los cuerpos de los santos, cerraron sus ojos y su boca, cargaron a hombros con ellos, y los enterraron tras haberlos lavado, vestido y abrazado cordialmente, ellos mismos fueron objeto de idénticos cuidados al poco tiempo. Y los supervivientes pasaban a ocupar el puesto que dejaban libre sus predecesores.

   Completamente distinta era la situación entre los paganos. Echaban de la casa a los que caían enfermos, huían de sus deudos y allegados, los abandonaban medio muertos en las calles y dejaban a sus muertos insepultos como carroña (Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica VIl 22).»”.

   Texto tomado de: Gerhard Lohfink, La Iglesia que Jesús quería. Dimensión comunitaria de la fe cristiana, Bilbao, 19862; pp. 171-172

1 comentario:

  1. Que lejos estamos algunos de esto. Sin embargo personal de la salud son ejemplo de servicio.

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