domingo, 9 de julio de 2017

Hacerse pequeños, ser como niños

A la luz de la Palabra de Dios, podemos decir que Jesús enriquece la categoría del “pobre del Señor” del Antiguo Testamento, agregándole ese matiz familiar que ya surge de la misma palabra Abbá (= Papá) con la que Jesús se dirige a Dios, y nos habla de Dios.
   De hecho, en los evangelios aparece con mayor frecuencia la palabra “niño” (5/4/4/0) o “pequeño” (6/1/2/0) que “pobre” (2/0/3/0) para referir esa actitud espiritual de confianza en Dios.[1]
  
¿Qué características apreciables tiene el niño? Podríamos resumirlas en tres:
   - El niño no cree que “se las sabe todas”, sino que siempre está abierto a aprender…
   - El niño responde con amor, al amor que sus padres le prodigan primero…
   - El niño sabe que él muchas cosas no puede, y acude a sus padres para que le ayuden.
   O sea que el niño no se considera superior (ni, mucho menos, supremo) ni en el saber, ni en el amor, ni en el poder.
   El que se hace como niño, reconoce que su Abbá –revelado por su hermano mayor, Jesús‒ es el Supremo en saber, amor y poder; y se siente agraciado por la revelación, el amor y la salvación de Dios, que se comunican a su vida concreta por medio del Espíritu Paráclito.
   Dicho de otro modo, y con la doble categoría teológica que suelo usar como síntesis: también la humildad del hombre es un modo del don de sí mismo, que permite que el don de la Trinidad llegue al hombre, y que la Trinidad integre en su comunión a la persona humilde que se lo permite.
   Y la Trinidad, que es Vida, Luz y Amor, llena con su salvación, su revelación y su amor las vidas de quienes se abren a ella como niños pequeños.




[1] La secuencia numérica indica la cantidad de veces que aparece la palabra en cada evangelio, según el orden usual: Mt/Mc/Lc/Jn. He tenido en cuenta cada vocablo en singular y en plural (“niño” y “niños”, etc.), pero sólo cuando tiene esa connotación espiritual (por ej. Mt 18,3: “Yo les aseguro: si no cambian y se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los Cielos”) y no cuando sólo es descriptiva de una edad (por ej. Mt 2,11: “Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron…”).


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