sábado, 27 de abril de 2024

Las mil y una cenas de Jesús

    Hace pocas semanas y como todos los años, el Jueves Santo recordamos la Última Cena de Jesús. La liturgia pone el acento en ella. Y el arte cristiano la ha representado en numerosas ocasiones.

   No siempre recordamos que esa cena se celebró en una casa de familia (no en un templo), y que los primeros cristianos siguieron haciéndolo así durante los primeros siglos, hasta que Constantino legalizó el cristianismo e inventó la basílica (a mi entender: una de cal y una de arena).[1]

   Y otra cosa que generalmente no recordamos es que todas las noches de su vida pública ‒que duró unos tres años‒ Jesús cenaba con sus discípulos.[2] Por eso podemos hablar de “las mil y una cenas de Jesús”: mil con un tono familiar y festivo y la Última con un tono dramático ante la Pasión.

   El biblista alemán Gerhard Lohfink (especialista en Nuevo Testamento) recalca el valor de estas cenas cotidianas durante le vida pública de Jesús:

   “…tenemos que recordar, sobre todo, la comunidad de mesa, vivida constantemente por los discípulos. En ella, Jesús es el anfitrión que reúne en torno a sí la nueva familia y pronuncia la bendición de la mesa (Mc 8,6s). Más tarde, los discípulos le reconocerán en la fracción del pan (Lc 24,30s.34). La comunidad de mesa con el Jesús terreno debió de grabarse con trazos inolvidables en las mentes de los discípulos”.[3]

   Y llegar a cenar con Jesús puede ser un modo de representar la meta de nuestra vida. Como dice Él mismo en el Apocalipsis: “Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Ap 3,20).




[1] Ver en este mismo blog, haciendo clik en este enlace: “Un cambio muy grande y muy poco estudiado”

[2] En la época de Jesús se acostumbraba tener dos comidas en el día: un desayuno en torno a las 10 u 11 de la mañana, y la cena, después del trabajo: Cf. Luis Rivas, El Evangelio de Juan. Introducción, teología, comentario, Buenos Aires, 2008; p. 379 (en nota 82).

[3] Gerhard Lohfink, La Iglesia que Jesús quería. Dimensión comunitaria de la fe cristiana, Bilbao, 19862; p. 52 (original alemán de 1982). También Lohfink tiene una interesante explicación para una palabra difícil que está en el “Padrenuestro” y que se relacionaría con la cena. La palabra que solemos traducir como “el pan nuestro de cada día” en griego es “el pan nuestro epiousios”… y esta palabra se relaciona con “el día siguiente”, “el día de mañana”. Ahora bien, en el modo judío de contar el tiempo, el nuevo día comenzaba con la salida de la primera estrella; por lo tanto, la cena era ya comida del día siguiente: “Podríamos, pues, circunscribir el sentido originario de la petición del pan del siguiente modo: «Concédenos que encontremos hoy hombres que nos reciban en sus casas y nos den de comer por la noche, de modo que nuestra vida, nuestro sustento, quede de nuevo asegurado por un día»”. O sea, que lo que Jesús y sus discípulos pedían, concretamente, era poder disfrutar de una linda cena: Cf. Gerhard Lohfink, Jesús de Nazareth. Qué quiso, quién fue, Barcelona, 2013; p. 94 (original alemán de 2012).

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