jueves, 29 de septiembre de 2016

Diasgnóstico de la fe (2a Parte)



4. La gracia
La cuarta variable es la de gracia o gratitud. Con ésta están relacionadas todas las pa­labras que tienen su raíz en la palabra latina gratia”. Todas tienen que ver con amistosidad, beneficencia, dones, la belleza de dar y recibir o recibir “algo gratis”. Cualquiera que sea la teología de la gracia que tenga el agente de pas­toral, es seguro que va a encontrar personas con dificultades en un nivel experencial donde pre­cisamente la gracia es dinámicamente importante. En situaciones donde predominan los sentimientos de culpa se destaca la relevancia del perdón. Pero la aplicación precisa no es siempre tan evi­dente, porque algunos hombres experimentan una

 tensión notable entre su necesidad de perdón y su juicio personal sobre la pregunta si es posible o no ser perdonado. Algunos se resisten verda­deramente contra la gracia, aunque generosamente ofrecida. Mientras se consideran indignos del perdón, posiblemente tengan dificultad con una convicción que es aún más apremiante que el peso de sus sentimientos de culpa: se trata de la con­vicción de que ellos mismos son los jueces fina­les de su situación y que no existe juicio más alto, más sabio o más decisivo.   Con otras pa­labras, detrás del muro de lamentos de su mise­ria se esconde un baluarte de orgullo y se man­tienen en una auto-condenación definitiva: un núcleo grande y fuerte de narcisismo.
En algunos casos se presente el narcisismo camuflado de esta manera: se siente no tener necesidad de la gracia y no se sabe ser agradecido; “¿Quién, yo? No necesito ser perdonado por nadie”.   “Nunca he pedido algo que no me de­bieran”. “Ah, sí! Tuve mucho éxito, pero tam­bién lo tuve que conquistar”. Sentimientos como éstos pueden aparecer en el comienzo de la conversación con el agente evangelizador: “Te quiero ha­blar porque comprendo que para esto estás aquí”. Todo es cuestión de derechos y de intercambio de bienes.
Cosas extrañas pueden ocurrir en otro sentido. La dama que declara que ella “está tan agradecida...” mientras se debate en medio de terribles proble­mas, o el hombre que es incapaz de blasfemar por sus males. No, se les ha enseñado a estar siempre agradecidos, a decir “gracias” a cada vecino, agen­te de policía o comerciante y aún a rezar por sus enemigos. Su gratitud es un deber impuesto, un mandato de su conciencia con el cuchillo en la gar­ganta. Sea lo que sea esta gratitud forzada, se nota en ella una ausencia de espontaneidad y sin­ceridad.   No se descubre ni rastro en ella de la amabilidad juguetona que es propia de la palabra “gracia”. Resulta algo sombrío.
No corresponde que el agente de pastoral pre­gunte: “Dígame, ¿qué piensa sobre la gracia?”, o “¿Cuál es su punto de vista respecto a la pre­gunta número 5 del catecismo?”.  Por el contrario, tiene una espléndida oportunidad para preguntar: “Recién usted habló de Dios, ¿alguna vez te sonríe?”. O, cuando la letanía de quejas le parezca un poco excesiva u obsesiva, puede preguntar: “¿Alguna vez pensaste cuánto dolor hay en todas partes?”. O si no, si es oportuno y le sale espontáneamente, extiende la mano y tiernamente da una bendición a alguien que se considera malamente tratado  o despojado. Si hace esto o solamente dice: “Pobre...”, puede demostrar la gracia en medio de la situación de necesidad sacan­do agua de la fuente de la cual él y su ministerio son el símbolo.
Muchas personas que están en dificultades quie­ren ser bendecidas, pero no se animan a pedirlo, o no saben cómo hacerlo.  Algunos agentes de pastoral, presos en sus propios sentimientos de enojo o de frustración no quieren bendecir porque piensan que su interlocutor no lo merece. Esto demuestra que des­precia de hecho su ciencia teológica básica., ciencia en la cual la gracia es descripta indudablemente co­mo un don gratuito. Un don que no puede ser repartido ni retenido por consideraciones o por méritos. Si los agentes de evangelización se sintieran libres y estu­vieran dispuestos más frecuentemente a bendecir, dela manera que sea, descubrían en ello también el valor diagnóstico. ¿Quién aceptará tales bendiciones de corazón y con agradecimiento?  ¿Quién las recibirá con contrición, quién las resistirá, quién se pondrá orgullosamente por encima? ¿Quién se sentirá conmovido hasta las lágrimas, quién se alegrará por ellas, quién recibirá nueva energía para enfrentar sus problemas? Ahora muchas veces ignoramos la res­puesta a esta pregunta a causa de la vergüenza ino­portuna de ambas partes.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario